He perdido el astrolabio, la dignidad,
la brújula y los zapatos. Qué fácil.
Deambulo a la deriva por calles desconocidas,
supurando rabia al cemento tristón y frío,
y echo a correr sin rumbo alguno.
Quisiera huír. ¿Adónde?
No soporto el rostro que me escupe
el espejo cada mañana, cobarde,
no aguanto el estridente sonido de mi eco,
me amargan mis manos frías, inútiles,
odio estar a solas conmigo mismo.
Huír más allá de uno mismo. ¿Es posible?
Pisar el acelerador parece la salida,
a pesar de que lleva a ninguna parte,
aunque fracasa estrepitosamente,
ya es difícil saber "qué es" como para
¡qué pretencioso! saber "qué hacer".
Apagar las luces no es la solución. ¿Hay otra?
SEPTIEMBRE, 2003
Íñigo Jesús Ansotegi Suárez
la brújula y los zapatos. Qué fácil.
Deambulo a la deriva por calles desconocidas,
supurando rabia al cemento tristón y frío,
y echo a correr sin rumbo alguno.
Quisiera huír. ¿Adónde?
No soporto el rostro que me escupe
el espejo cada mañana, cobarde,
no aguanto el estridente sonido de mi eco,
me amargan mis manos frías, inútiles,
odio estar a solas conmigo mismo.
Huír más allá de uno mismo. ¿Es posible?
Pisar el acelerador parece la salida,
a pesar de que lleva a ninguna parte,
aunque fracasa estrepitosamente,
ya es difícil saber "qué es" como para
¡qué pretencioso! saber "qué hacer".
Apagar las luces no es la solución. ¿Hay otra?
SEPTIEMBRE, 2003
Íñigo Jesús Ansotegi Suárez
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