miércoles, 22 de febrero de 2012

Miércóles de ceniza

Mañana es “Miércoles de Ceniza” y se da el inicio a la Cuaresma, época que en la tradición cristiana (particularmente la católica y la ortodoxa) marcan una época de reflexión y preparación espiritual para la celebración de la Semana Santa, semana en la que los cristianos recordamos la vida, ministerio, muerte y resurrección de Jesús.




La celebración del esta fecha no es algo que encontremos en la Biblia como una celebración seguida por Jesús o por la primera iglesia. Encontramos las primeras evidencias de esto cerca del siglo 8 en el Sacramentario Gregoriano. El acto litúrgico nace de la reflexión que hicieron los cristianos antiguos de los textos tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo en dónde se hace referencia a que los actos de contrición y arrepentimiento iban acompañados con silicio y ceniza (Job 42:6, 2 Samuel 13:19, Ester 4:1 y 3, Mateo 11:21, entre otros).Si bien como cristianos no estamos obligados a participar del acto litúrgico de colocarnos ceniza en la frente, este no deja de ser un acto simbólico muy poderoso. La vida cristiana, aquella que parte de la realidad de nuestra condición y naturaleza pecadora y encuentra redención únicamente en la gracia, a través de la fe en el sacrificio completo y suficiente de Jesús en la Cruz en nuestro lugar y por nuestros pecados, y que espera con ansias la Resurrección y restauración completa del Reino de Dios en la Tierra, debe ser, a todas luces, una vida marcada por el arrepentimiento y contrición continua. Una lectura a textos como el Salmo 32, Salmo 38, 2 Corintios 5:11-21, Hebreos 4, Hebreos 12 entre muchísimos otros, nos hacen evidente la necesidad de llevar vidas que continuamente reconocen delante de Dios su incapacidad, su necesidad de Gracia, pero a la vez, reconocen en Dios la única fuente para llenar esos vacíos, corregir esos errores y pagar el precio tan alto por la deuda que hemos acumulado delante de Dios. Lamentablemente, el “deísmo moralista terapéutico” que predica la falacia del “cristiano omnicompetente” nos aleja de este arrepentimiento genuino y nos incentiva a tratar de arreglarnos nosotros mismos, sin la ayuda y apoyo de la comunidad de fe para trata de agradar a Dios. La tristeza que genera nuestro pecado es una de que “yo fracasé” y no una tristeza motivada por la ofensa a un Dios Santo, sino el habernos fallado a nosotros mismos. Esta tristeza es la que 2 Corintios 7:10 menciona como la “tristeza que produce muerte”. La contrición y arrepentimiento que nos llama a la reflexión la Cuaresma no es esa contrición vacía ni falsa (como denuncia Isaías 58), sino aquella que el mismo 2 Corintios 7:10 nos dice que lleva a la vida.



Aprovechemos pues esta época para acercarnos más al Señor, para reconocer su infinita Gracia, su Amor que nunca acaba. Que nuestro arrepentimiento sea profundo, sincero y anclado en la esperanza del Amor de Dios para nuestras vidas.



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