jueves, 10 de diciembre de 2009

Cine-club.Déjame entrar


A las 20.00 horas de esta noche:
Para devotos del cine de terror creativo


Lo mejor: Sin duda, la secuencia final de la piscina
Lo peor: Que a alguien le asuste su procedencia nórdica

Por Jordi Batlle Caminal
La fuerza inusual de esta película se hace ya explícita en sus primeros 20 minutos, una modélica muestra de cómo meterse al público en el bolsillo. ¿Qué es esto?, nos preguntamos: ¿una reflexión sobre el bulliyng escolar? ¿La crónica de un serial killer? ¿Una de vampiros? ¿Una historia de amor adolescente en el radio de acción de la reciente Crepúsculo?... Todo eso y más. Déjame entrar nos seduce por la elegancia de su exposición: un admirable tono realista, una narración pausada, sin prisas pero sin pausas, y un humor sarcástico en sordina. Y cuando menos te lo esperas, todavía se enriquece con la breve historia de la mujer infectada, cuyo desenlace en llamas es de veras memorable.
Sin recurrir a efectos gruesos ni truculencias, deja por el camino imágenes de impacto: el plano general de la chica ascendiendo por la fachada del hospital (al que, inmediatamente, siguen otros dos planos magníficos: el abrazo entre la jovencita y su desfigurado protector, inquietante mezcla de ternura y patetismo, y el cenital salto al vacío de éste), el bloque de hielo con cadáver suspendido de la grúa y, cumbre entre las cumbres, la escena final de la piscina, desde ya un hito del género: de haberse dedicado al gore, Bresson la hubiera filmado así (esto es un piropazo para Alfredson, claro).

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