domingo, 1 de agosto de 2010

SAN ALFONSO MARÍA DE LIGUORI.1 AGOSTO


Hoy, 1 de agosto, conmemoramos a San ALFONSO MARÍA de LIGUORI, Doctor de la Iglesia.

SAN ALFONSO MARÍA DE LIGUORI (1696-1787) nació en Nápoles, Italia, en una familia ilustre de la nobleza local.

En su juventud, San Alfonso María de Liguori fue un muchacho despierto y muy estudioso. Estudio Filosofía y ambos Derechos: el Civil y el Canónigo; aunque también practicó con entusiasmo la pintura y la música.

Ya graduado, ejerció unos años la abogacía con bastante éxito. Sin embargo, quedó desilusionado al perder un proceso importante hacia 1723 debido a la interferencia de la política; por esa causa no pudo dormir ni comer por tres días.

Presa del desencanto, el abogado Alfonso visitó circunstancialmente un hospital para enfermos desahuciados, y ahí recibió una iluminación, gracias a la cual definió su vida hacia el sacerdocio. Fue ordenado en 1726.

San Alfonso María de Liguori inició su ministerio en Nápoles, entre los menesterosos de las zonas más abandonadas y marginadas. Entre otras cosas le preocupaba predicar el catecismo para las personas analfabetas.

Por motivos de salud tuvo que retirarse eventualmente en 1730 a las montañas de Amalfi, donde atestigua el completo abandono en que vivían los pastores de la zona. Esto lo mueve a fundar la Congregación Misionera del Santísimo Redentor, un instituto a través del cual podría consolidar mejor sus obras.

Pasaron 30 fructíferos años, hasta que en 1760 fue nombrado obispo de Sant’Agata, difícil cargo que ejerció con amor y sabiduría hasta su muerte, acaecida en Nocera de’ Pagani, Salerno.

San Alfonso María fue un escritor muy popular. En 1748 publicó su Theologia Moralis, la obra por la cual el papa Pío IX lo definió como el más insigne y el más dulce de los moralistas. Su libro más popular fue Las glorias de María, de 1750.

En 1839, San Alfonso María de Liguori fue canonizado por el papa Gregorio XVI, y en 1871 el papa Pío IX lo declaró Doctor de la Iglesia.

SAN ALFONSO MARÍA DE LIGUORI nos enseña el valor de dejar que nuestra vida se guíe por la misericordia.

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