lunes, 4 de enero de 2010
Faustino Coppi, un nombre que es un mito
Su carrera ciclista, su vida personal y su muerte a los 40 años de malaria, han creado una leyenda. Se han cumplido 50 años de su muerte y en Italia siguen venerando su figura
LOS DATOS
22
Es el número de etapas que ganó en el Giro de Italia, donde estuvo 31 días de rosa. En el Tour logró nueve triunfos de etapa.
14
Fueron los minutos que consiguió de ventaja en la Milán-San Remo de 1946, la máxima diferencia que se ha logrado nunca en la historia de esa prueba.
666
Es el número de carreras que disputó, de las que ganó 118, 84 de ellas conseguidas en la pista gracias a sus dotes como persecucionista.
8.45
Es la hora en que murió el 2 de enero de 1960, víctima de la malaria. Medía 1.87 y pesaba 76 kilos. Logró dos títulos mundiales, uno de carretera y dos en persecución individual.
179
Fueron las veces que entró delante de su gran rival, que luego se convertiría en su director, Gino Bar
Ni siquiera la fotografía en la que se ve a Fausto Coppi y Gino Bartali juntos deja claro si fue el primero de ellos el que ofreció agua al segundo, 'el monje volador', o realmente fue al revés. En Italia no se ponen de acuerdo y los que lo vieron en directo, subiendo el Galibier, en el Tour de 1952, no viven para poder contarlo.
Da igual, Fausto Coppi acabó por convertirse en un mito, una leyenda que traspasó fronteras, en un país, Italia, que ha venerado a muchos de sus deportistas. Ayer se cumplieron 50 años de su muerte y en su país no le han olvidado. No sólo fueron sus triunfos deportivos. Su vida, su muerte, a los 40 años debido a la malaria han contribuido a alimentar a un ciclista que ganó en cinco ocasiones el Giro, en dos el Tour, logró cuatro títulos italianos, 22 etapas en el Giro, dos en el Tour, etcétera.
Cuando la prensa era de color sepia, en Italia, 'La Gazetta dello Sport' ya era rosa, un periodista radiofónico, Mario Ferretii, narraba así uno de sus triunfos más conocidos: una escapada de 192 kilómetros en una etapa del Giro de 1949, entre Cuneo y Pinerolo: «Un hombre sólo al mando, su maillot es blanco y celeste. Su nombre, Fausto Coppi». Eran los colores del equipo Bianchi.
Antes había protagonizado otra fuga impresionante, en 1947, en el Passo del Turchino, imponiéndose en la Milán-San Remo, con 14 minutos de ventaja. Otro periodista italiano, Curzio Malaparte, dijo de él lo siguiente: «Fausto Coppi no tiene a nadie en el cielo que se ocupe de él. Sólo confía, por tanto, en el motor que le ha sido encomendado, su cuerpo».
Italia encontró en Fausto, como luego pasaría con Francesco Moser y Giuseppe Saronni, dos personalidades contrapuestas: Coppi era agnóstico, no creía en Dios. Gino Bartali era todo lo contrario, de misa casi diaria. Dicen que evitó con su triunfo en el Tour de Francia de 1948 una guerra civil en su país.
Coppi, que perdió a su hermano Serse en 1951, llevó el escándalo a una Italia muy puritana cuando en 1953, en Lugano, donde se celebraron los Campeonatos del Mundo, entregó el ramo de flores que le dieron a Giulia Occhini, la mujer de su médico, con quien se fue a vivir abandonando a su mujer. Nacería otra leyenda, la de 'La dama blanca'.
Tanto Coppi como Giulia llevaron adelante su amor. El precio que tuvieron que pagar fue el de dejar a su hijos. El Papa llegó a condenar esa relación. Coppi y su mujer se separaron en 1954. A Fausto le retiraron el pasaporte y Giulia tuvo que ingresar en la cárcel. Acabaron casándose en México, en un matrimonio que nunca fue reconocido en Italia.
Vivió la Segunda Guerra Mundial en sus propias carnes. La contienda mundial cortó su carrera de cuajo. El ejército italiano le mandó a África con la infantería 'División Ravenna'. Las tropas de Montgomery, como a otros miles de italianos, le hicieron prisionero. Estuvo en un campo de concentración hasta que le libraron en 1945. Volvería a correr y a seguir ganando, desde 1946 hasta 1957. Serían sus mejores años. Coppi fue el primer ciclista, que se conozca, en tener médico propio, Locatelli. También fue el primero en utilizar a un dietista.
Su masajista ciego, Biagio Cavanna, también se hizo famoso. Cuentan que cuando Fausto llegó donde él vio un hombre con unas gafas negras. 'Soy Coppi, Fausto Coppi', le dijo. Le puso las manos primero en los tobillos, para ir después a los gemelos, las rodillas, los muslos. Luego posó su oreja sobre su corazón. No le dijo nada a Fausto. El rostro se le iluminó. Una canción de Gino Paoli sobre Coppi tiene una estrofa que dice, «un hombre que no posee el aspecto de los campeones con un corazón grande como el Izoard». Biagio Cavanna no se separaría nunca de él.
Coppi contaría años más tarde que «Cavanna me indicó el camino que debía de seguir: el de la consciencia, la seriedad, la honestidad. Comenzó a guiarme física y mentalmente cuando mi confianza amenazaba con derrumbarse».
Gianni Brera también dijo de él: «La estructura morfológica de Coppi, si me lo permiten, parece un invento de la naturaleza para completar el modestísimo arte mecánico de la bicicleta. Encaramado sobre el manillar resulta un ser superior, una máquina de carne y hueso».
El principio del final de su vida llegaría en diciembre de 1959, cuando las autoridades del Alto Volta (hoy Burkina Fasso) le invitaron a participar en un criterium junto a Jacques Anquetil, Roger Riviere, Henri Anglade y Raphael Geminada. Se negó a tomar quinina y en ese viaje contrajo malaria. Se habló de que le habían envenenado. Cuando volvió a Italia estaba fatigado.
El 27 de diciembre enfermó. Dos médicos, los doctores Alegra y Astaldi, le diagnosticaron primero una gripe y luego 'una enfermedad de origen desconocido'. Finalmente, con 130 pulsaciones al minuto y fiebre baja le ingresaron en un hospital. Le trasladaron a Tortona. Un tratamiento erróneo le llevaría a la muerte. Tenía 40 años
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