Desde que en la más remota antigüedad, un primitivo habitante de las montañas vascas fabricó su primer txistu con un hueso de ave, este instrumento, adaptándose al gusto y a las técnicas de construcción de cada momento, ha acompañado al pueblo vasco. Y esto se debe no a la casualidad, sino al aprecio que los euskaldunes de todas las épocas han tenido y tienen hacia nuestro instrumento. J.I. Ansorena
Como es bien sabido, la flauta recta de tres agujeros ha sido conocida y utilizada por la mayoría de las culturas y civilizaciones, e incluso hoy en día existe en múltiples lugares. Al ser necesaria una sola mano para hacerla sonar, el músico dispone de la otra para percutir un instrumento rítmico, constituyendo de esta forma lo que se ha dado en llamar "orquesta de un solo hombre".
A menudo, tanto la afinación como las medidas de estas flautas son sólo aproximadas, lo que, cuando se tocan en solitario, no es gran problema. Esto ha impedido, sin embargo, que este tipo de flautas pudieran integrarse en formaciones musicales más amplias, quedando su uso restringido casi siempre al ámbito rural y folklórico.
Sin duda alguna, el txistu seguía esa misma trayectoria pero sucedió algo: Durante el siglo XVIII, un grupo de nobles vascos, liderados por el Conde de Peñaflorida, dieron lugar al movimiento de inspiración enciclopedista conocido como Ilustración Vasca, bajo cuya influencia, los tamborileros empezaron a interpretar, adaptar y componer músicas acordes con el gusto de la época. Y para ello, lógicamente, hubieron de hacer algunos cambios. Para empezar redimensionaron el instrumento hasta conseguir uno capaz de emitir una gama de dos octavas correctamente afinadas; inventaron también un txistu más grande, el llamado Silbote, lo que les posibilitó la escritura polifónica a varias voces y, por supuesto, se lanzaron a la composición y adaptación de obras para este txistu mejorado. No debe extrañar por tanto, que mucha de la música para txistu tenga unas cacterísticas (sencillez, melodías cantables pero muy adornadas, frases de regularidad extrema, terminaciones femeninas...) que denotan su orígen en la segunda mitad del siglo XVIII, como puede apreciarse en la conocida Reverencia, perteneciente al ciclo de danzas llamado Aurresku.
No obstante, estos cambios no afectaron demasiado al medio rural, donde los músicos, si bien adaptaron el nuevo formato de instrumento, siguieron interpretando sus melodías tradicionales. Esto ha dado lugar a dos tradiciones distintas: por un lado los tamborileros rurales, generalmente no instruidos musicalmente, y que interpretan las músicas transmitidas de generación en generación, y por otro la de los txistularis de las grandes poblaciones, que aprenden en escuelas de txistu y que interpretan música compuesta para txistu. Por supuesto, no se trata de compartimentos estancos y ha existido influencia mutua, pero la división, a grandes rasgos, todavía existe. Merece mención aparte el caso de Zuberoa o Soule, donde se ha conservado una variante del txistu, la txirula, de menor tamaño y con embocadura de madera o hueso a la antigua usanza, que se utiliza acompañada por un salterio de seis cuerdas, el Ttun-ttun. Se ha utilizado sobre todo para acompañar danzas, pero modernamente, al estar afinado en tono de concierto, es frecuente escucharlo en grupos de música folk, donde resalta por su timbre alegre y agudo.
Fuente de informacion revista TXISTULARI.
miércoles, 3 de febrero de 2010
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