martes, 23 de noviembre de 2010

San Columbano .23 Noviembre


El celta es viajero por naturaleza: como marino o como misionero. Esto es algo que no se debe olvidar cuando se intenta seguir la «peregrinación por Dios» de San Columbano, el más grande de los monjes irlandeses.


Nacido hacia el 525 ó 530 y formado en Bangor por el riguroso San Gomball, cruzó el Canal de la Mancha con un grupo de monjes en torno al año 590. Su objetivo era la evangelización de las regiones vecinas al Mosa y al Rin. Después de haber recorrido durante catorce años el noroeste de la Galia, se afincó en Luxeuil de Borgoña.


Si se ha de hacer caso a la Regla que redactó, y aún más a su célebre Penitencial: «treinta golpes de disciplina a quien se olvide de responder amén en el coro», la vida de los seguidores de San Columbano era sumamente austera. Mas esto no apagaba en lo más mínimo la afluencia de discípulos, puesto que pronto contó Luxeuil con más de trescientos monjes.


Columbano entró entonces en conflicto con los obispos y príncipes borgoñeses (610). Quiso regresar a Irlanda, pero su navío naufragó a la salida de Nantes, y comprendió que el Señor le quería en el continente. Decidió entonces dirigirse a Roma, aun cuando no llegaría más allá de la Liguria.


Dejando en Suiza a su discípulo San Galo, el anciano abad se retiró a Bobbio, en donde fundó un nuevo monasterio. Murió en él el año 615.

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