El jueves se cumplieron 450 años de su muerte, en la venezolana Isla Margarita. La historia del conquistador cruel, paranoico y visionario sigue proyectando su sombra
30.10.11 - 02:37 - MARIAN GONZALEZ OÑATI.
El 27 de octubre de 1561, Lope de Aguirre, 'el loco', 'el tirano', 'el peregrino', ' el traidor', 'el príncipe de la libertad'... moría de un balazo en la ciudad venezolana de Barquisimeto tras matar a puñaladas a su hija Elvira para impedir que fuese «colchón de bellacos».
Felipe II ordenó condenarlo al olvido, prohibiendo que su nombre fuera mencionado, pero la figura del oñatiarra que más tinta ha hecho correr, y del que tanto se desconoce, sigue viva en la leyenda, y hay quien dice que su alma en pena vaga todavía en las tierras que lo vieron morir.
El jueves se cumplieron 450 años de su fallecimiento y la historia del explorador rebelde y cruel que desafió al mayor imperio del momento, sigue dando que hablar. De él se cuentan tales barbaridades que algunas se han convertido en leyenda. Como ejemplo de su terquedad y de su furia suele relatarse la persecución a la que sometió al juez Esquivel. Este hombre hizo arrestar a Lope de Aguirre y ordenó que se le azotara en público, como castigo por violar las leyes que protegían a los indios. El oñatiarra, ofendido porque su condición de hidalgo le debía haber ahorrado la humillación, juró vengarse. Dicen que el juez, asustado, cambió de residencia varias veces entre Potosí, Quito y Cuzco, y que Aguirre le siguió a pie durante tres años hasta que lo atrapó y lo mató.
El Dorado
Pero la aventura mejor documentada y más famosa es la de la búsqueda de El Dorado, que degeneró en una orgía sangrienta.
En 1560, el virrey de Perú organizó una expedición por el río Marañón para buscar la legendaria ciudad de El Dorado. Así, con el cebo de riquezas fabulosas, se quitó de encima a varios centenares de soldados y mercenarios muy peligrosos. Entre ellos viajaba Lope de Aguirre, quien al cabo de un año participó en los asesinatos de Pedro de Ursúa y su sucesor Fernando de Guzmán, comandantes del grupo.
El araoztarra se puso al mando, se proclamó príncipe de Perú, Tierra Firme y Chile y envió su famosa carta al rey Felipe II. En ella le anunció que se salía de su obediencia, que prometía hacerle «la más cruda guerra que nuestras fuerzas pudieran sustentar y sufrir», le decía que «van pocos reyes al infierno, porque sois pocos» y firmaba como «hijo de fieles vasallos en tierras vascongadas, y rebelde hasta la muerte por tu ingratitud, Lope de Aguirre, el Peregrino».
En sus andanzas no sólo atacó a las tropas que lo perseguían sino que arrasó las aldeas nativas que encontraba por el camino y mató a 72 compañeros de su propia expedición. Al final lo capturaron, lo ejecutaron, lo descuartizaron, metieron su cabeza en una jaula y enviaron sus restos a varias ciudades venezolanas para que se los echaran a los perros.
¿Pero quien fue Lope de Agirre? Un criminal, un loco, un bandido o un precursor. La vida de este delirante y controvertido personaje del siglo XVI despierta rechazo y admiración por partes iguales, tanto de historiadores y cronistas, como de aquellos que se acercan a la historia de la invasión europea del continente americano sin otro interés que conocer las raíces.
Para su coetáneo fray Reginaldo de Lizárraga fue «la bestia y tirano más cruel que ha habido en nuestros tiempos ni en pasados; mató a muchos; si se reían los mataba, si estaban tristes los mataba; no ha visto ni leído semejante ánimo de demonio».
Simón Bolívar quiso verlo como precursor de la independencia hispanoamericana y dejó escrito que «la rebelión de Aguirre fue la primera declaración de independencia de una región de América».
Miguel Otero Silva, por su parte lo califica en su novela de «príncipe de la libertad»; el cineasta Herzog lo retrata como instrumento de la cólera divina. Un espíritu indomable, rebelde y rencoroso, cuya ansia de fama y de dominio lo conducen a una aventura trágica.
«Los rumores, cuentos y leyendas generados en torno al de Oñati durante la sangrienta aventura de América son cual arenosas columnas surgidas de la juguetona imaginación humana, salvo algunas excepciones» sentencia Vélez de Mendizabal .
A su juicio «la historia americana precisaba aventureros como Lope de Aguirre para ocultar un sinfín de inconfesables pasajes negros. Las crónicas redactadas por los vencedores han de tener alguien a quien imputar todos los abusos cometidos, para poder conservar bien limpio el símbolo de la integridad».
En lo que la mayoría de los historiadores coinciden es en que Lope de Aguirre nació en el barrio oñatiarra de Araotz, y como hijo segundón de una familia de hidalgos tuvo que marchar a Sevilla en busca de fortuna, desde donde embarcó al Nuevo Mundo.
Una bahía, calles y un salto
Cierto es que su personalidad tan cruel como sugestiva, sigue proyectando su sombra sobre la historia. Y su recuerdo no se perdió en el tiempo.
Al margen de novelas, obras de teatro, ensayos y películas, hoy todavía, el lugar de la Isla Margarita (Venezuela) en donde desembarcó con sus marañones, se conoce como la Bahía del Traidor. En Tucuyo se celebra fiesta el día de la muerte de Aguirre, todos los 27 de octubre. Y en Barquisimetro, según los campesinos, su fantasma se aparece de vez en cuando. Al menos así interpretan muchos de ellos, el fenómeno natural de fuegos de luz fosfórita durante las noches muy oscuras.
Aguirre dejó también su huella en plena selva peruana, con el Salto de Aguirre, donde estando en peligro grabó sobre una piedra unos misteriosos símbolos. Y además de en Oñati, hay otras localidades del estado con una calle dedicada al 'loco', como es el caso de Roquetas de Mar (Almeria), Torre Pacheco y Pozo Estrecho (Murcia).
El jueves se cumplieron 450 años de su muerte, y anteayer el gaztetxe oñatiarra lo recordaba con una charla y una cena. La leyenda sigue viva.
30.10.11 - 02:37 - MARIAN GONZALEZ OÑATI.
El 27 de octubre de 1561, Lope de Aguirre, 'el loco', 'el tirano', 'el peregrino', ' el traidor', 'el príncipe de la libertad'... moría de un balazo en la ciudad venezolana de Barquisimeto tras matar a puñaladas a su hija Elvira para impedir que fuese «colchón de bellacos».
Felipe II ordenó condenarlo al olvido, prohibiendo que su nombre fuera mencionado, pero la figura del oñatiarra que más tinta ha hecho correr, y del que tanto se desconoce, sigue viva en la leyenda, y hay quien dice que su alma en pena vaga todavía en las tierras que lo vieron morir.
El jueves se cumplieron 450 años de su fallecimiento y la historia del explorador rebelde y cruel que desafió al mayor imperio del momento, sigue dando que hablar. De él se cuentan tales barbaridades que algunas se han convertido en leyenda. Como ejemplo de su terquedad y de su furia suele relatarse la persecución a la que sometió al juez Esquivel. Este hombre hizo arrestar a Lope de Aguirre y ordenó que se le azotara en público, como castigo por violar las leyes que protegían a los indios. El oñatiarra, ofendido porque su condición de hidalgo le debía haber ahorrado la humillación, juró vengarse. Dicen que el juez, asustado, cambió de residencia varias veces entre Potosí, Quito y Cuzco, y que Aguirre le siguió a pie durante tres años hasta que lo atrapó y lo mató.
El Dorado
Pero la aventura mejor documentada y más famosa es la de la búsqueda de El Dorado, que degeneró en una orgía sangrienta.
En 1560, el virrey de Perú organizó una expedición por el río Marañón para buscar la legendaria ciudad de El Dorado. Así, con el cebo de riquezas fabulosas, se quitó de encima a varios centenares de soldados y mercenarios muy peligrosos. Entre ellos viajaba Lope de Aguirre, quien al cabo de un año participó en los asesinatos de Pedro de Ursúa y su sucesor Fernando de Guzmán, comandantes del grupo.
El araoztarra se puso al mando, se proclamó príncipe de Perú, Tierra Firme y Chile y envió su famosa carta al rey Felipe II. En ella le anunció que se salía de su obediencia, que prometía hacerle «la más cruda guerra que nuestras fuerzas pudieran sustentar y sufrir», le decía que «van pocos reyes al infierno, porque sois pocos» y firmaba como «hijo de fieles vasallos en tierras vascongadas, y rebelde hasta la muerte por tu ingratitud, Lope de Aguirre, el Peregrino».
En sus andanzas no sólo atacó a las tropas que lo perseguían sino que arrasó las aldeas nativas que encontraba por el camino y mató a 72 compañeros de su propia expedición. Al final lo capturaron, lo ejecutaron, lo descuartizaron, metieron su cabeza en una jaula y enviaron sus restos a varias ciudades venezolanas para que se los echaran a los perros.
¿Pero quien fue Lope de Agirre? Un criminal, un loco, un bandido o un precursor. La vida de este delirante y controvertido personaje del siglo XVI despierta rechazo y admiración por partes iguales, tanto de historiadores y cronistas, como de aquellos que se acercan a la historia de la invasión europea del continente americano sin otro interés que conocer las raíces.
Para su coetáneo fray Reginaldo de Lizárraga fue «la bestia y tirano más cruel que ha habido en nuestros tiempos ni en pasados; mató a muchos; si se reían los mataba, si estaban tristes los mataba; no ha visto ni leído semejante ánimo de demonio».
Simón Bolívar quiso verlo como precursor de la independencia hispanoamericana y dejó escrito que «la rebelión de Aguirre fue la primera declaración de independencia de una región de América».
Miguel Otero Silva, por su parte lo califica en su novela de «príncipe de la libertad»; el cineasta Herzog lo retrata como instrumento de la cólera divina. Un espíritu indomable, rebelde y rencoroso, cuya ansia de fama y de dominio lo conducen a una aventura trágica.
«Los rumores, cuentos y leyendas generados en torno al de Oñati durante la sangrienta aventura de América son cual arenosas columnas surgidas de la juguetona imaginación humana, salvo algunas excepciones» sentencia Vélez de Mendizabal .
A su juicio «la historia americana precisaba aventureros como Lope de Aguirre para ocultar un sinfín de inconfesables pasajes negros. Las crónicas redactadas por los vencedores han de tener alguien a quien imputar todos los abusos cometidos, para poder conservar bien limpio el símbolo de la integridad».
En lo que la mayoría de los historiadores coinciden es en que Lope de Aguirre nació en el barrio oñatiarra de Araotz, y como hijo segundón de una familia de hidalgos tuvo que marchar a Sevilla en busca de fortuna, desde donde embarcó al Nuevo Mundo.
Una bahía, calles y un salto
Cierto es que su personalidad tan cruel como sugestiva, sigue proyectando su sombra sobre la historia. Y su recuerdo no se perdió en el tiempo.
Al margen de novelas, obras de teatro, ensayos y películas, hoy todavía, el lugar de la Isla Margarita (Venezuela) en donde desembarcó con sus marañones, se conoce como la Bahía del Traidor. En Tucuyo se celebra fiesta el día de la muerte de Aguirre, todos los 27 de octubre. Y en Barquisimetro, según los campesinos, su fantasma se aparece de vez en cuando. Al menos así interpretan muchos de ellos, el fenómeno natural de fuegos de luz fosfórita durante las noches muy oscuras.
Aguirre dejó también su huella en plena selva peruana, con el Salto de Aguirre, donde estando en peligro grabó sobre una piedra unos misteriosos símbolos. Y además de en Oñati, hay otras localidades del estado con una calle dedicada al 'loco', como es el caso de Roquetas de Mar (Almeria), Torre Pacheco y Pozo Estrecho (Murcia).
El jueves se cumplieron 450 años de su muerte, y anteayer el gaztetxe oñatiarra lo recordaba con una charla y una cena. La leyenda sigue viva.
Parece ser que no era una hermana de la caridad. Pero estoy harto de ver Conquistadores matando indios en los dibujos, aparte del que ni pagando su peso en oro mas llenar la habitación del vil metal se pudo salvar uno de ellos y sin embargo se les hacen monumentos.
ResponderEliminarChes la vie, o como se diga.
Saludos cordiales
Campos