Jesucristo es Vida. Estar junto a él es estar con la vida y estar contra cualquier cosa que destruye la vida. Ser “pro-vida”, entonces, no es simplemente una “convicción personal” o una ideología política. La acción pro-vida no es simplemente un pasatiempo o una actividad extra-curricular.
Pro-vida es una espiritualidad, una manera de relacionarse con Dios, una dimensión integral del Evangelio cristiano. En última instancia, hay un solo Evangelio. Es el Evangelio de Jesucristo que es el Evangelio de la Vida. El trabajo de anunciar y aplicar el Evangelio a las circunstancias concretas de nuestra cultura de muerte está enraizado profundamente en el compromiso que tenemos como cristianos. Es un aspecto del discipulado.
En Priests for Life, hemos desarrollado y expresado esta espiritualidad desde 1991. No es una espiritualidad para sacerdotes solamente, sino para todos los bautizados y la Iglesia nos ha permitido además de educar a la gente, profesar públicamente esas promesas viviendo como Misioneros del Evangelio de la Vida. En aproximadamente mil ciudades la gente se está capacitando y profesando estas promesas.
Esta espiritualidad se nutre a nivel profundo de las vidas y enseñanzas de tres grandes luchadores por la vida que tuve el privilegio de conocer personalmente: el Papa Juan Pablo II, la Madre Teresa de Calcuta y el Cardenal John O’Connor.
Es una espiritualidad bíblica, profética, litúrgica, Eucarística, ecuménica y Mariana. Está marcada por un espíritu de gozo, una confianza serena, una profunda compasión y una solidaridad radical con quienes son vulnerables, un gran coraje, disponibilidad permanente para dar testimonio público y pasión por la justicia. Los misioneros continúan con el trabajo pro-vida que ya están llevando a cabo pero de un forma profundamente enraizada en la Iglesia.
Esto es lo que dicen las promesas. ¡Pruébenlas!
“Yo, (nombre), en presencia de Dios Padre, Creador de toda Vida, Jesucristo el Hijo, la Resurrección y la Vida, y el Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida, y en presencia de esta asamblea del Pueblo de la Vida, prometo gozosamente vivir el resto de mi vida como un misionero laico del Evangelio de la Vida. Prometo defender a mis hermanos y hermanas cuyo derecho a la vida está siendo atacado y ser, especialmente, la voz que los no nacidos no tienen. Prometo buscar la unión con Dios en todas las cosas y la santidad de vida que promoverá mi amor por los más débiles entre nosotros. Prometo además dedicarme al trabajo pro-vida, según la espiritualidad y las virtudes de los Misioneros del Evangelio de la Vida y colaborar con su trabajo según mi mejor saber y entender en el contexto de mi propia vocación. Confío que la victoria de la vida se ha obtenido por la cruz y la resurrección de Cristo y tal como la Iglesia proclama, celebra y sirve al Evangelio de la Vida, Cristo transformará esta cultura de muerte en una Cultura de la Vida.”
P. Frank Pavone, MEV
Director Nacional
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