domingo, 19 de septiembre de 2010

Una exposición antológica recupera la obra del pintor Miguel Angel Arzuaga




Cincuenta años después de la trágica muerte en un accidente de tráfico del pintor y fotógrafo oñatiarra Miguel Angel Arzuaga (1925-1960) , parte de su obra cuelga en una exposición antológica que no sólo le recuerda, sino que le muestra en toda su inmensidad.
Hasta día 26 de septiembre la sala de exposiciones de la Casa de Cultura alberga una colección de 57 óleos, acuarelas y dibujos a tinta china que hablan a voces de su capacidad creadora.
Su temprano fallecimiento truncó una prometedora carrera, pero el arte nunca muere, y medio siglo después, su familia ha recuperadopara la historia de la pintura guipuzcoana al denominado 'paisajista de Oñati'.
Han catalogado 154 obras, publicado un libro sobre su vida y obra, y organizado una muestra, en la que el viernes no cabía un alfiler. El acto inaugural fue un lauro a la corta vida y extensa obra del pintor, fotógrafo e ilustrador, pero hubo un recuerdo también a su hermano Jose Mari, fallecido seis años después en otro funesto suceso. Artista como él, músico y compositor a más señas, tendrá su propio homenaje el próximo día 16 en un concierto que Oñati Abesbatza ofrecerá en la Iglesia de los Agustinos.
Pero el viernes el protagonismo recayó en Miguel Angel, que pese a morir a los 35 años de edad, dejó una prolífica herencia artística. El crítico de arte, Edorta Kortadi , explicó que la idea de la exposición surgió de una conversación que mantuvo hace un año con el técnico municipal Patxi Hipolito sobre «la falta de tradición plástica moderna de Oñati». Este le respondió con el envite de recuperar la vida y la obra de Arzuaga. Y dicho y hecho, un libro que ya está a la venta en el que colaboran Jerardo Elortza y el propio Kortadi, repasa su biografía y etapas artísticas.
Miguel nació en Oñati el 27 de mayo de 1925,en el seno de una familia de clase media formada por Senén Arzuaga y Jovita Lasagabaster. Era el mayor de ocho hermanos, y la gente que lo conoció lo describe como un hombre bueno, alegre, deportista, emprendedor, religioso y dispuesto siempre a colaborar en cualquier actividad cultural o social: carteles de fiestas, ilustraciones de libros y revistas, trabajos para la parroquia...
Pintaba con el alma
Además de la pintura, tenía otras muchas aficiones, la poesía, la música, el monte y el esquí. Pero tal y como recordó su hermano Javier en la inauguración, su afición a la pintura era algo innato. «Nació para ser pintor. Lo hizo primero con el pincel, luego con la espátula, y siempre con el alma» relató.
Así que no es de extrañar que dejara el bachillerato y se matriculara en las clases nocturnas de pintura de la Escuela de Artes y Oficios de San Sebastián, donde conoció al maestro Vicente Cobreros y a su amigoy compañerode viajes José Manuel Setién, también destacado paisajista de corte post impresionista.
La noticia no le hizo mucha gracia a su padre que le trajo a trabajar al Banco Guipuzcoano. La inmediata postguerra no permitía vivir de la pintura, y había que tener un puesto fijo, así que Miguel Angel pasó por el aro.
Pero su romance con la pintura no había hecho más que empezar y su buena mano con el pincel le permitió participar en exposiciones importantes en San Sebastián, Bilbao, Bayona en incluso en la galería de pintores vascos de Mar de Plata (Argentina) gracias a su relación con Aita Madina. También envió otra serie de cuadros a Nueva York por medio de los padres Agustinos. .
En 1951, con 26 años y aprovechando la vacaciones de verano, se fue a París. Pintó mucho y bien y pasó mucha hambre al decir de sus familiares. Volvió una segunda vez a la capital francesa, donde pintó algunos buenos desnudos, que desaparecieron posteriormente. En 1953, se trasladó a Roma, pagando su alojamientos en un convento agustino con cuadros. De esa época es el retrato de Monseñor Urquía.
Se casó en 1957 y ese mismo año pidió una excedencia en el Banco y abrió un estudio fotográfico en Oñati, al que pensaba dedicarse tras aprender el oficio con el fotógrafo alemán Albrencht Schommer en Vitoria. Después de fallecer pasó a su hermano Jesús Mari.
Su viuda Miren Izaskun Etxabeguren y sus hijos Maria Pilar, Arantza y Miguel Angel, el último póstumo, asistieron emocionados al relato que finalizó aquel trágico 5 de octubre de 1960. .
Artísticamente hablando Kortadi le adscribió a «las corrientes postimpresionistas, con mayor asunción de fauvismo francés y gusto por los colores fuertes, desarrolló un paisaje rural y urbano, que parece desembocar en un paisaje más suelto, expresionista, y colorista, en la línea de Ignacio Echandi, Menchu Gal y Ana Mari Parra, que podía haber dado mucho juego como indican los artígrafos de su tiempo».
Sus paisajes, retratos y bodegones pueden visitarse hasta el día 26 en la sala de exposiciones de la Casa de Cultura. Pero Oñati dispone también de una escultura de su factoría al aire libre:la del Sagrado Corazón para la torre de la Iglesia de los Agustinos, de tres metros de alto, que se ejecutó en cuatro partes.

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