Miguel Cristóbal recuerda los recelos del régimen franquista en 1947. Los otros fundadores fueron Manuel Laborde y el alcalde de Oñati, que ocupó el puesto de un pamplonés vetado por el régimen franquista
El donostiarra Miguel Cristóbal tenía 25 años en 1947, cuando nació la sociedad de ciencias Aranzadi. Esa asociación se registró en el Gobierno Civil de San Sebastián a nombre de tres personas: Manuel Laborde, Reyes Corcostegui, y Miguel Cristóbal. De los tres, solamente vive este último, y a sus 88 años recuerda perfectamente una anécdota que refleja aquella época franquista: «Unos días después de que entregáramos en el Gobierno Civil la solicitud para constituir la sociedad Aranzadi, me llama el secretario del Gobernador y me dice: «El señor Gobernador vería con agrado que en esa solictud fuera sustituido el nombre de Mariano López Sellés por algún otro».
La anécdota tiene mucha miga. La solicitud había sido realizada a nombre de Miguel Cristóbal, un aficionado a la montaña del club Fortuna, joven y con aspecto de chico formal; el industrial andoaindarra Manuel Laborde; y el industrial zapatero de Pamplona Mariano López Sellés, que también era un gran aficionado a la montaña.
Cuando nuestro joven apareció por el Gobierno Civil, para dar explicaciones del porqué de una sociedad científica, el secretario del Gobernador empezó comentándole que estaba seguro que eso era «política y camuflaje». Luego le hizo el inquietante comentario acerca del industrial Mariano López Sellés.
Como era de esperar, nuestro protagonista acudió enseguida adonde Mariano, para recabar información. Miguel Cristóbal toma de nuevo la palabra: «Mariano, antes del 36, había sido posible simpatizante de Izquierda Republicana, pero sin pasar nunca a la acción. La cosa es que, por encargo del Gobernador, recibió la visita de un comisario de policía, quien le preguntó: 'Usted, ¿a qué partido político pertenece?' Mariano, que era un hombre de humor muy fino, le contestó mirándole fijamente a los ojos: '¿Pero hay algún partido político?'».
El comisario dio parte de esa ironía en su informe, y Mariano cayó en desgracia. Los impulsores de la sociedad científica se lanzaron entonces a la búsqueda de un hombre de repuesto, y jugaron una baza segura, la de Reyes Corcostegui. Era el alcalde Oñati, hombre del régimen por un lado, y además persona superconocida en la provincia.
«Hacer algo por el país»
«Nosotros, simplemente, queríamos hacer algo por el país. Había tal necesidad que, en cuanto se constituyó la asociación, se afilió un montón de gente», prosigue Cristóbal.
La sociedad Aranzadi se fundó en 1947. Al año siguiente Cristóbal se casó con Inés Gil de Muro, a quien había conocido en las salidas montañeras. Esa mujer era del club Amaikabat. Y en 1949 ambos se fueron a Argentina, donde residieron hasta 1995. Todos los años, el día de San Sebastián, ofrecían una comida a los vascos residentes en Río de la Plata. En su jardín plantaron un retoño del Árbol de Gernika. Volvieron a Donostia porque Inés enfermó.
Cristóbal trabajó en Argentina como contable. Solían venir con frecuencia al País Vasco. Y acostumbraban a subir a las campas de Urbia y al cercano refugio de Perusaroi. Cristóbal está también orgulloso de haber sido uno de los veinticinco fundadores de ese refugio-sociedad de la sierra de Aizkorr, que nació en la misma ´poca que la sociedad Aranzadi. «Cuando murió la mujer esparcimos allí sus cenizas. Y cuando muera yo he pedido que hagan lo mismo», nos confiesa.
Cristóbal nos muestra orgulloso la placa que le dieron por las cien cimas. «Las hice entre 1900 y 1947. Realmente subí esos montes en un plazo de cuatro años, pero entremedio me pilló la mili, un total de 44 meses por la gracia de Franco».
Hace dos años estuvo en Los Andes, a más de 4.000 metros de altura. Mientras nos cuenta estas cosas, cita una y otra vez el refugio de Perusaroi. Esa será su última cima.
D.V.
viernes, 23 de abril de 2010
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