Tiempo atrás caminaba por el sendero de la vida y encontré un letrero que decía "LA TIENDA". Me acerqué a la puerta y la misma se abrió lentamente.
Cuando me di cuenta, ya estaba adentro.
Vi muchos ángeles parados por todas partes. Uno de ellos me entregó una canasta y me dijo:
"Elige tranquilo, todo lo que un buen hijo de Dios necesita se encuentra en esta tienda".
Primero compré paciencia. Luego, vi que el amor estaba en la misma fila y también lo tomé. Más abajo había comprensión, que siempre se necesita. Compré dos cajas de sabiduría y dos bolsas de fe. Me llamó mucho la atención el empaque del perdón y decidí llevar seis o siete de ellos.
En otros estantes me detuve a comprar fuerza y coraje para ayudarme en esta carrera de la vida. Cuando ya tenía la canasta casi llena, recordé que necesitaba un poco de gracias. Tampoco me podía olvidar de la salvación que ese día la ofrecían gratis.
Caminé hasta la caja para pagar mi cuenta pues creí que ya tenía todo lo que necesitaba.
Al lado de la caja vi la oración y la puse en un rincón de mi canasta, pues sabía que apenas dejara el lugar la iba a utilizar. La paz y la felicidad estaban en los estantes pequeños y tomé también un envase de cada una.
La alegría colgaba del techo y arranqué una para mí.
Llegué al cajero y le pregunté ¿Cuánto le debo?
Con una amplia sonrisa, él me contestó:
"El Señor ya pagó tu cuenta... hace mucho, mucho tiempo".
Creo que el Señor, al salir nosotros de "La Tienda" (su Sagrado) espera de nuestra parte el agradecimiento, la alegría en el vivir cotidiano, llenos de esperanza y solidarios en el amor fraterno.
viernes, 9 de abril de 2010
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