lunes, 17 de mayo de 2010

EL REPOLLO FLOTANTE.Victor Gonzalez.

Una colonia de cerdos marinos retozaba alegremente junto a la isla de Madeira cuando vieron flotando a lo lejos algo muy raro.

– ¡Muchachos! Mirad qué barco –dijo uno, señalando hacia el oeste.

Todos dirigieron sus miradas en aquella dirección pero lo que vieron no era un barco, sino algo rarísimo. Una maceta gigantesca que se balanceaba sobre las olas. Y en la maceta crecía un repollo de proporciones desmesuradas. Se acercaron a la maceta nadando, subieron a bordo y vieron que allí no había nada más que el repollo. Como olía muy bien y tenía un aspecto francamente apetitoso, empezaron a mordisquearlo. Entonces el repollo habló:

– ¡Eh, dejad de comerme! ¿Qué os habéis creído? Estoy vivo. Además soy un náufrago y está muy mal comerse a un náufrago.

– ¡Cielos! –exclamó uno de los cerdos–, este repollo habla.

– No sólo hablo –contestó el repollo–, sino que escribo.

Efectivamente. Aquel repollo había sido un autor de éxito en la vida civil, especializado en novelas policíacas. Cuando los cerdos se enteraron no podían creerlo. El barco en el que viajaba el repollo camino de América para pronunciar unas conferencias en aquel país, había naufragado en el mar de Alborán y las corrientes lo habían arrastrado hasta allí.

Los cerdos se compadecieron de él y lo adoptaron. A raíz de este encuentro fortuito, el repollo se quedó a vivir con los cerdos, se instaló en la isla y se dedicó durante el resto de sus días a escribir “Las Crónicas de la Colonia”, un bello libro en el que se relatan los avatares de la piara a lo largo de varias generaciones. Este libro puede consultarse, previa solicitud, en el Archivo General de Cerdos Marinos, en la ciudad de Funchal.
Victor Gonzalez.

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