
Nació en Ages, Francia en 1773. Por eso la llamaban Isabel de Ages. Su padre era empleado del gobierno.
La Revolución Francesa había llevado a la cárcel a centenares de sacerdotes porque no habían querido ser infieles a su santa religión. Juana Isabel se propuso visitar las cárceles donde estaban sufriendo estos ministros del Señor, y tan bondadosamente trató a los carceleros, y tan generosa fue en llevar regalos a los guardias, que estos empezaron a tratar bien a los sacerdotes y hasta les permitían celebrar la santa misa en la cárcel.
La buena administración de las fincas de su padre le producía abundantes ganancias y ella dedicaba lo que conseguía para repartirlo a los pobres. A las familias hambrientas les enviaba costales de mercado. A las mamás pobres les regalaba botellas de leche para sus niños. A los enfermos les costeaba las medicinas. A muchos repartía alimentos y ropa. Era amada y estimada por todos.
Todavía se conserva una estampita de Nuestra Señora del Socorro donde nuestra joven escribió: "Yo Juana Isabel, me consagro y dedico desde hoy y para siempre a Jesús y María". 5 de mayo de 1797. Poco tiempo después de escribir esta tarjeta, supo Juana que a 15 kilómetros de donde ella vivía celebraba la misa un sacerdote católico (a escondidas del gobierno que lo prohibía) y que era de noche y en un depósito de granos. Y allá se fue, porque le habían dicho que ese sacerdote era un santo.
Se llamaba Andrés Fournet ( declarado santo por la Iglesia)
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