
Reflexión:
Hoy se repite millones de veces lo que nos presenta este evangelio: Cristo susurra, a quien tiene fe, su palabra de perdón. "Tus pecados te son perdonados": "Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo".
¿Y qué se necesita para conseguir el perdón de Dios? Acudir a Cristo. No tener miedo: donde hay un sacerdote que vive en la fe de la Iglesia, allí está Cristo. Sólo Dios puede perdonar los pecados. Y Dios ha querido que los apóstoles y sus sucesores recibiesen este poder de su misericordia. Hoy, como ayer, repiten el gran milagro de Cristo: el perdón.
Ante la grandeza del amor de Dios, me toca abrir el corazón y confiar: si Dios puede hacer que un paralítico ande, también puede perdonarme, incluso aquellas culpas que me pesan y me roen en lo más profundo de mi corazón. "En esto conoceremos que somos de la verdad, y tranquilizaremos nuestra conciencia ante Él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo".
P. Clemente González
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