Reflexión

Muchos de nosotros tenemos algunos caracteres que nos identifican como hijos del señor “Y” y la señora “X”. Son los rasgos heredados de nuestros padres. Lo que los científicos llaman el patrimonio genético. De ellos heredamos unos ojos oscuros o claros, el color de nuestro cabello, nuestra estatura, y también algo de lo que será nuestro temperamento.
Como cristianos, también heredamos rasgos espirituales de nuestra madre la Iglesia. Lo dice claramente Jesucristo: pertenecemos a algo que va más allá de nuestros pobres horizontes materiales. No somos de este mundo. La gracia nos eleva a un orden superior.
Pero debemos ser conscientes de que también muchos de nuestros hermanos en Cristo sufren el desafío continuo de la fe, ya sea con la persecución, las calumnias, o hasta con la misma vida.
Pensaríamos que dentro de las cosas heredadas, esta sería una de esas enfermedades mortales que se tienen sin ser deseadas. Pero la realidad es que Dios en su infinita sabiduría, lo ha puesto como el vínculo más estrecho entre su Reino que espera. Y nosotros peregrinos buscamos siempre la forma de acercarnos más a Él. No temamos, pues, su brazo siempre está con nosotros. Debemos orar y confiar. Él ha vencido al mundo.
Rafael Santos Varela
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