Estuvo en su compañía durante dos meses y se quedó admirado de la gran santidad de este monje y de su bondad exquisita, como también de los ayunos y mortificaciones que hacía, por lo que se propuso imitarlo en cuanto más le fuera posible. Pero viendo que en Egipto eran muchas las personas que iban a visitar a San Antonio para pedirle consejos, y tras vender las posesiones que le había dejado su padre y repartirlo ente los pobres, regresó a su patria, Palestina, a vivir en perfecta soledad en un desierto, meditando y orando.
Cuando ya llevaba 20 años haciendo penitencia en el desierto, unos esposos acudieron a él a pedirle que rezara para que en su hogar hubiera hijos, pues eran estériles. San Hilarión oró por ellos y Dios les concedió la gracia de tener varios hijos. Este milagro del santo, conllevó a que éste se volviera sumamente popular en los alrededores, y de todos lados, empezaron a llegar una multitud de personas para visitarlo y pedirle consejos y oraciones.

A causa de una severa sequía que azotaba la región, San Hilarión tuvo que mudarse a la Isla de Sicilia estableciéndose con varios de sus discípulos en un sitio muy deshabitado. Tras ganarse el cariño y la estimación de los habitantes de lugares aledaños, quienes admiraban su santidad, sus milagros y sencillez, se trasladó, junto con sus discípulos, a la isla de Chipre, donde nuevamente su fama de milagroso y santo se extendió por toda la Isla debido logró impedir un gran maremoto en la costa de la ciudad.
Sus últimos días los pasó en una altísima roca, sumida en la oración y en las meditaciones, falleciendo a la edad de 80 años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario