Reflexión:

Toda la creación estaba a la expectativa ante aquella entrevista del ángel a María. La tierra dejaría de girar en el momento en que san Gabriel transmitía el mensaje de Dios Padre. El mismo Dios Padre desde el cielo miraría la casita de Nazaret con enorme atención esperando la respuesta de su elegida. Toda la salvación de la humanidad se encontraba pendiente del sí de una “aldeana” a quien Dios Padre había elegido para ser madre de su Hijo.
¿Hemos pensado alguna vez qué habría pasado si María hubiese dicho que no a la invitación del ángel? Si en vez de responder con prontitud ¡He aquí la esclava del señor! Hubiese respondido “déjame pensarlo, nunca he tenido un hijo y además quería consagrarme a Dios. Pero ¿realmente eres un ángel enviado por Dios?, mira que soy muy joven” y tantas otras objeciones que tal vez hubiésemos respondido nosotros. Es una pregunta y respuesta utópica pero que nos ayuda a valorar y a agradecer el sí de María, su aceptación humilde y llena de fe al plan de Dios sobre su vida y sobre la vida de todos los que seríamos sus hijos.
Qué afortunados somos los cristianos que contamos con una madre así. Una madre que nos enseña prácticamente lo que es amar, lo que es aceptar el plan de Dios sin reticencias. En nuestra vida de cristianos deberíamos vivir lo mismo que vivió nuestra madre pues, en la medida en que cumplamos la voluntad de Dios, manifestada de muchas formas, en esa medida agradaremos a Dios. Una madre y un padre se sienten orgullosos de sus hijos cuando estos no sólo les dicen que les quieren sino cuando lo manifiestan con sus obras obedeciéndoles y realizando sus deberes. Nosotros también hagamos contenta a nuestra madre imitando sus virtudes.
Autor: Misael Cisneros
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