Reflexión

Es una cosa muy triste. Es lo único que le pude decir en ese momento a una amiga que me contó cómo su hermano se había metido en las drogas; antes era un chico muy divertido y alegre, un poco trasto en los estudios, cosa que se lo perdonábamos; pero jamás creí que podía llegar hasta tal extremo; yacía tirado junto a un árbol, su padre le había echado de casa y su hermana lloraba desconsolada apoyada sobre mi hombro. Al cabo de un año murió de sobredosis, fue incapaz de salir de la droga a pesar de todas las ayudas.
Y es que como dice el evangelio, el pecado nos hace esclavos; el pecado llama a otro pecado y así hasta que se hace imposible salir. Así sucede en la vida del cristiano que no está atento; de pequeño era fervoroso y hasta casi le daba gusto ir a la Iglesia, después con el tiempo se fue enfriando, a veces dejaba la misa dominical y poco a poco la dejó del todo; luego se confesaba una vez al año e iba a la Iglesia sólo para las bodas y los entierros, hasta que llegó a una edad en que se consideró maduro del todo y se dijo a sí mismo: ya no necesito de esto que llaman religión.
Jesús nos lo advierte en el evangelio de hoy para que no nos hagamos esclavos del pecado, sino que como la Virgen seamos fieles a Dios, que en cada momento nos pide nuestra libre y generosa disponibilidad para cumplir su Voluntad.
Autor: Estanislao García
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