lunes, 3 de enero de 2011

Silboberri, Durango a la vanguardia del txistu en Euskal Herria

En Durango, en un pequeño local recubierto de fotos, pósters y partituras de txistu, tiene su sede Silboberri, la Asociación del Txistu de Euskal Herria, que ha logrado en una década avanzar en numerosos frentes abiertos para un instrumento demasiado asociado a la música popular.



Mikel CHAMIZO
Los primeros pasos de Silboberri, originalmente bajo el nombre Berziztu, se remontan a 1998, cuando un grupo de personas cercanas al mundo del txistu decidieron asociarse para impulsar la presencia del instrumento en la vida musical de Bizkaia. «El mundo de los txistularis estaba muy disgregado -recuerda Aitor Amilibia, que fue uno de los fundadores-: la Asociación General de Txistularis estaba centralizada sobre todo en Gipuzkoa y aquí había gente con inquietudes y con ganas de hacer cosas novedosas». La primera reunión tuvo lugar en Barakaldo, y allí se definieron las líneas maestras que habría de seguir la asociación: edición de partituras, recuperación de música que pudiera estar perdiéndose y, sobre todo, actualizar el repertorio para txistu mediante el encargo de nuevas obras a compositores. Los inicios de Berziztu en Barakaldo fueron dubitativos, con algunos socios que no terminaban de implicarse activamente con el proyecto, así que en 2000 la asociación se trasladó a Durango, lugar de residencia de los miembros de la actual junta directiva, respaldados por el ayuntamiento de la localidad, que les cedió un local en los bajos del polideportivo de Landako.
La primera iniciativa que llevó a cabo Berziztu allá por el 2000 fue el encargo de una obra a Carlos Ibarra, «Agurra», y su edición en partitura. Pero su presentación oficial en sociedad fue durante el alarde de fiestas de Durango, que había comenzado a organizar pocos años antes Sergio Torices, actual presidente de Silboberri, junto con otros jóvenes txistularis de la villa. Berziztu absorbió desde un punto de vista administrativo la organización del alarde, que fue creciendo mucho y terminó por convertirse en una de las principales citas de su agenda anual. El de Durango es, de hecho, uno de los alardes de txistularis más mayoritarios de Euskal Herria, al que llegan músicos de todo el territorio y que cuenta con la participación de coros y grupos de danzas, que cada año consiguen congregar a una numerosa audiencia. Es también, como curiosidad, el único alarde que tiene a un director de carrera, Javier Ituarte, dirigiendo a los txistularis.
Pero, al margen de citas multitudinarias, Aitor Amilibia incide sobre la importancia de lo más discreto, la edición de partituras, «porque al final supone promover la creación actual», explica. «Estamos poco a poco dando forma a un repertorio para txistu escrito en los lenguajes musicales que se emplean hoy en día. Además, todo lo que publicamos se ha estrenado en público y se ha dado a conocer», defiende el txistulari. Aunque no todo son compositores contemporáneos en el catálogo de Silboberri. Una de las tareas que la asociación se impuso desde un primer momento fue la de recuperar el legado de Rodrigo Alfredo de Santiago, un compositor de Barakaldo que murió en 1985 y que fue uno de los autores de música para txistu más prolíficos del siglo XX, con muchísimo material destinando a la enseñanza del instrumento y también numerosas obras de concierto. Todo ese material andaba perdido no se sabía dónde hasta que Maribel Roldán, coordinadora de Silboberri, comenzó a realizar sus pesquisas. «Lo primero era encontrar a la familia de De Santiago -recuerda Roldán-. Lo intenté llamando a los censos de las zonas por donde sabía que se había movido el compositor, hasta que al final localicé a sus herederos en A Coruña».
Roldán se puso en contacto telefónico con la familia y descubrió que todo el legado de De Santiago estaba acumulando polvo en un desván, así que ni corta ni perezosa se presentó en A Coruña para conocer personalmente a la familia y convencerles de que ese material era valiosísimo para el mundo del txistu. Al cabo de tres o cuatro reuniones, una furgoneta repleta con 150 kilos de partituras emprendió un largo viaje desde A Coruña hasta Errenteria, donde está Eresbil, el Archivo de la Música Vasca. Y, ya con el material a mano, Silboberri se embarcó en la prepararación de cuidadas ediciones de la música para txistu de De Santiago, cuya integral ocupará un total de seis gruesos volúmenes. Se han publicado, de momento, dos.
Otra actividad importante que organiza Silboberri es un concurso de composición. Se celebra bianualmente, con los años intermedios reservados para estrenar y difundir las obras ganadoras. «El primer concurso nació como una competición de obras para txistu solista -rememora la coordinadora de Silboberri-, pero a partir del segundo decidimos plantearlo para conjuntos de música de cámara que integrasen el txistu, con un mínimo de dos instrumentos y un máximo de cinco». La razón de este cambio fue, según Roldan, «aprovechar todas esas obras que los compositores tienen por ahí, despistadas en un cajón o simplemente esbozadas, y que con una serie de cambios quizá puedan ser aprovechadas para incluir el txistu». El cambio de formato del concurso lo hizo crecer en cuanto a la cantidad y la calidad de las obras que se recibían, pues en sus inicios, al concurso sólo entraban piezas escritas por txistularis, idiomáticas del instrumento pero sin demasiada calidad musical. Afortundamente, según Amilibia, «en las últimas ediciones estamos contando ya con un puñado de obras de gran enjundia, de esas que hacen trabajar duro al jurado».
Al concurso de hace dos años llegaron, incluso, obras desde otros países de Europa. ¿Cómo es posible que en Polonia conozcan, no ya la existencia del txistu, sino sus particularidades y posibilidades como instrumento? La razón es, probablemente, el trabajo que desempeña Silboberri en la difusión del txistu a través de internet. Además de su página web (hyperlink «http://www.silboberri.org/»www.silboberri.org) gestionan un canal de YouTube (Hyperlink «http://www.youtube.com/user/berziztu»www.youtube.com/user/berziztu) en el que hay ya alrededor de 50 vídeos con repertorio para txistu interpretado en directo, desde las músicas más tradicionales a las más experimentales: piezas de Jesús Egiguren, Gabriel Erkoreka, Martín Zalba o Urtzi Iraizoz, el doble ganador del último concurso de composición de Silboberri. También se puede encontrar, como curiosidad, la conocida «Sonata para flauta» de Poulenc, en una versión arreglada para txistu. Y todas estas obras, como han sido editadas en partitura, se pueden comprar directamente desde la página web de la asociación, lo que ha permitido que el txistu expanda sus posibi- lidades de difusión mucho más allá de las fronteras de Euskal Herria y que algún compositor extranjero se haya atrevido a hacer sus pinitos escribiendo para el instrumento.
El txistu tradicional es un instrumento de diseño muy básico. Es, en esencia, un tubo cilíndrico recto con un reducido número de agujeros, algo similar en concepto a las primeras flautas que construyeron los seres humanos en la prehistoria. Esta simpleza constructiva tiene un efecto negativo sobre la afinación del txistu, pues los saltos interválicos que se producen entre las notas no se corresponden del todo con la escala temperada que usamos en la música occidental. Se trata de un problema bien conocido por el público, y que los txistularis, en función de su pericia, consiguen paliar en mayor o menor medida, soplando con presiones de aire diferentes, pero la afinación nunca es del todo perfecta.
Aitor Amilibia, que además de vice-presidente de Silboberri es también un txistulari bien conocido por su virtuosismo, llevaba mucho tiempo preguntándose si no sería posible solucionar estas carencias técnicas del instrumento. Finalmente, un día se atrevió a acercarse a Jesús Alonso, catedrático de acústica en el Conservatorio de Bilbo y que se había doctorado en física acústica en la Universidad de Estocolmo, una de las más prestigiosas del mundo en esta especialidad. Amilibia le planteó una cuestión sencilla: si era posible mejorar la afinación del txistu mediante cambios en su construcción. «Tras un silencio prolongado, me contestó que sí, que era posible», recuerda Amilibia. Eso fue hace una década, y desde aquel momento Alonso y Amilibia se embarcaron en investigar cómo se podría mejorar la afinación del txistu, además de darle más cuerpo en el registro grave. Usando analizadores de espectro y elaborando cálculos matemáticos, Alonso llegó a un diseño de txistu en el que el tubo interno iba variando su grosor en diferentes tramos, corrigiendo de esta manera la irregularidad en los saltos interválicos.
Aunque Alonso murió hace pocos años, dejando inconclusa la investigación, en Silboberri decidieron continuar con el trabajo iniciado por el físico y hace unos meses presentaron los primeros prototipos de los nuevos txistus y silbotes, que llevan por nombre las iniciales de su creador, J.A.I. La noticia ha causado una pequeña conmoción en el reducido mundo de los txistularis, y ya se ha creado el debate entre los defensores del diseño tradicional y los del instrumento modificado. Aitor Amilibia cree que sólo es un primer paso en la evolución técnica del instrumento y que todavía falta mucho por hacer, pero también defiende que el nuevo txistu es superior al tradicional. «La prueba -dice Amiliba- es que todos aquellos a los que hemos dado el nuevo txistu han dejado de lado el antiguo».

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