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Te gustaría que hubiera más comunicación, más cercanía, más trato, pero te das cuenta de que, por uno o por otro, siempre surgen obstáculos, piedras en el camino que hacen que se tenga la sensación de ser una relación minada.
Entonces, prueba a hablar con naturalidad a esas personas, sin guardarles rencor pero sin pretender agradarles, sin caer en forzarte a ser simpático, cariñoso o atento. Simplemente, les hablas dejando de lado el deseo de tener su amistad o compañía, como si no esperaras nada de ellas. No cierres la puerta a esas personas, si es que surge el encuentro, pero no vayas con ninguna expectativa de lo que te gustaría encontrar.
Esta actitud te da una enorme libertad interior. No significa que no te duela, sobre todo al principio, la distancia, pero dejas a la gente en paz cuando no quieren una relación contigo y te dejas a ti mismo en paz dejando de pretender su amistad. La libertad de soltar, dejar de aferrarte a lo que no puede ser.
Con el paso del tiempo, te vas tranquilizando y eres capaz de hablar a esa persona sin recordar las antiguas ofensas, sin quererle pagar con la misma moneda y actuando con ella con respeto pero sin tenerle que demostrar nada: ni lo competente, ni la buena persona que eres.
No esperes nada que no surja naturalmente. Vas a ir sintiendo que eres libre porque dejas de gastar energía para conseguir lo que quieres y dejas de sufrir por no tener lo que deseas. Has soltado cualquier pretensión de cambio -aunque no cierres la puerta- y te has ido a tu casa en paz.
Pero cuando tu relación sea de confianza e intimidad, entonces es normal desear que algo mejore cuando va mal, siendo la comunicación una herramienta imprescindible para ir limando asperezas. No se puede no esperar nada en una relación de pareja o con un hijo, porque corremos el riesgo de acostumbrarnos a la falta de afecto, o a no significar nada el uno para el otro.
Aprende a soltar la cuerda que te mantiene atado a tus expectativas de lo que tendrías que recibir de los demás. Deja de esperar nada para darte cuenta de que, dentro de ti, no estás con las manos vacías.
Caminamos…Belén Casado Mendiluze
No, no te confundas. No es que me da igual que me traten con calidez que fríamente, pero cuando no espero que me den nada, valoro más lo que me dan.
Pero claro, esta actitud sirve para determinadas relaciones; aquellas en las que no hay demasiada confianza o poco trato pero te ves obligado, por trabajo o familia, a tener algún tipo de contacto; aquellas que deseamos que sean de otra manera y, por un motivo u otro, siempre siguen igual… de distantes.
Te gustaría que hubiera más comunicación, más cercanía, más trato, pero te das cuenta de que, por uno o por otro, siempre surgen obstáculos, piedras en el camino que hacen que se tenga la sensación de ser una relación minada.
Entonces, prueba a hablar con naturalidad a esas personas, sin guardarles rencor pero sin pretender agradarles, sin caer en forzarte a ser simpático, cariñoso o atento. Simplemente, les hablas dejando de lado el deseo de tener su amistad o compañía, como si no esperaras nada de ellas. No cierres la puerta a esas personas, si es que surge el encuentro, pero no vayas con ninguna expectativa de lo que te gustaría encontrar.
Esta actitud te da una enorme libertad interior. No significa que no te duela, sobre todo al principio, la distancia, pero dejas a la gente en paz cuando no quieren una relación contigo y te dejas a ti mismo en paz dejando de pretender su amistad. La libertad de soltar, dejar de aferrarte a lo que no puede ser.
Con el paso del tiempo, te vas tranquilizando y eres capaz de hablar a esa persona sin recordar las antiguas ofensas, sin quererle pagar con la misma moneda y actuando con ella con respeto pero sin tenerle que demostrar nada: ni lo competente, ni la buena persona que eres.
No esperes nada que no surja naturalmente. Vas a ir sintiendo que eres libre porque dejas de gastar energía para conseguir lo que quieres y dejas de sufrir por no tener lo que deseas. Has soltado cualquier pretensión de cambio -aunque no cierres la puerta- y te has ido a tu casa en paz.
Pero cuando tu relación sea de confianza e intimidad, entonces es normal desear que algo mejore cuando va mal, siendo la comunicación una herramienta imprescindible para ir limando asperezas. No se puede no esperar nada en una relación de pareja o con un hijo, porque corremos el riesgo de acostumbrarnos a la falta de afecto, o a no significar nada el uno para el otro.
Aprende a soltar la cuerda que te mantiene atado a tus expectativas de lo que tendrías que recibir de los demás. Deja de esperar nada para darte cuenta de que, dentro de ti, no estás con las manos vacías.
Caminamos…Belén Casado Mendiluze
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