domingo, 16 de diciembre de 2012

EL MONJE Y LA MUJER.

De camino hacia su monasterio, dos monjes budistas se encontraron con una bellísima mujer a la orilla de un río. Al igual que ellos, quería ella cruzar el río, pero éste bajaba demasiado crecido. De modo que uno de los monjes se la echó a la espalda y la pasó a la otra orilla.




El otro monje estaba absolutamente escandalizado y por espacio de dos horas estuvo censurando su negligencia en la observancia de la Santa Regla: ¿había olvidado que era un monje?, ¿cómo se había atrevido a tocar a una mujer y a transportarla al otra lado del río?, ¿qué diría la gente?, ¿no había desacreditado la Santa Religión?, etc. El acusado escuchó pacientemente el interminable sermón. Y al final estalló:



“Hermano, yo he dejado a aquella mujer en el río. ¿Eres tú quien la lleva ahora?”



Cuando las personas religiosas no dejan de darle vueltas a los pecados de los demás, uno sospecha que esa insistencia les proporciona más placer del que el pecado proporciona al pecador.







Anthony de Mello



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