2012 diciembre 4
por Cecilia Casado
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La primera noche de esa debacle amatoria los cuerpos buscan una posición lejana entre sí en el campo de batalla que será a partir de ahora la cama. Será un lecho tan sólo para dormir con pesadillas procurando no rozarse, odiando literalmente el calor que emana del otro cuerpo, maldiciendo la hora en que se deseó a esa persona que, tristemente, ya no es deseable, ni amante, ni amada.
Quizás en mitad de la noche, aletargado el sentido común y despierto el sentido del tacto, se encuentren los cuerpos en un vaivén natural, recordado, aprendido y vuelvan a jugar el juego del amor que ya no lo es, sino simplemente inercia, nostalgia, costumbre. A la mañana siguiente nadie hablará de ello; por vergüenza seguramente. Es difícil mantener engañada a la propia mente aunque sea fácil hacerlo con el cuerpo.
Cuando una relación de pareja empieza a hacer aguas lo primero de lo que se prescinde es del sexo. Ya no hay ganas ni intención ni motivo. Se instala entre ambas personas una especie de campo magnético que repele a los cuerpos físicos. Para entender atracción y repulsión hay que entender primeramente que las ondas magnéticas son en realidad ondas electrostáticas. Quizás le llamen amor, pero son fuerzas físicas que actúan o dejan de actuar.
El sexo convertido en costumbre, el sexo como amalgama cotidiana, el sexo como parte ineludible de la comodidad entre la pareja, como un buen sillón de orejeras para leer, como la buena comida, como una sana, higiénica y saludable práctica… también sirve de barrera contra el desamor.
Por eso digo que “mientras haya sexo hay esperanza” de que esas dos personas sigan gustando de la vida una al lado de la otra, hay esperanza de que el hastío no aparezca, hay esperanza de que no se busque en otros lo que tanto hemos amado en el de al lado y ya no vemos con los mismos ojos o ya no queremos sentir con la misma piel –que no ha cambiado, por cierto.
Quizás algunas relaciones sigan manteniéndose unidas por ese lazo feromonal tan poco loado por los poetas; bueno sea si acompaña a ello el gusto por seguir el camino emprendido. ¿Por qué se denosta aquella historia de amor que se ha convertido únicamente en historia de sexo, compañía y costumbre?
Por el contrario… ¿Por qué se ACEPTA que una pareja siga conviviendo SIN SEXO durante años y años únicamente por la compañía y la costumbre?
Bien entendidas y asumidas las limitaciones de la edad y la salud, no encuentro justificación alguna a dormir en la misma cama que una persona a la que se ha amado, con la que se ha gozado de la vida y disfrutado de los dones del cuerpo sin volverse a tocar la piel. Cuando el sexo muere de inanición el amor enferma irremediablemente.
¿O no?
En fin.
LaAlquimista
A todo aquel que se le haya ido el amor por el desagüe sabe perfectamente que es verdad lo que voy a decir: que cuando una pareja va mal lo primero que falla es el sexo. Así, como suena, y que no me vengan con florituras.
Cuando el camino emprendido “de a dos” empieza a convertirse en sendero “de a uno” –o en autopista para tres- se mira a la otra persona bajo un prisma que distorsiona lo que hasta entonces había estado nítido y reluciente. Se enturbia la mirada y se desenfoca el objeto amado; ya nada es igual. Sutil modificación, anunciada en silencio como una mala noticia que pende cual espada damocliana sobre el corazón y su latir. Los besos ardientes que encendieron el fuego, el batir de fluidos sobre los cuerpos que naufragan, el calor de una locura de fusión más allá de toda lógica y de toda la poesía escrita desaparecen sin remisión de la noche a la mañana empujados por una palabra que anuncia la muerte del amor. Una palabra, una mirada, un silencio, un desprecio. Todo vuela en desorden.
La primera noche de esa debacle amatoria los cuerpos buscan una posición lejana entre sí en el campo de batalla que será a partir de ahora la cama. Será un lecho tan sólo para dormir con pesadillas procurando no rozarse, odiando literalmente el calor que emana del otro cuerpo, maldiciendo la hora en que se deseó a esa persona que, tristemente, ya no es deseable, ni amante, ni amada.
Quizás en mitad de la noche, aletargado el sentido común y despierto el sentido del tacto, se encuentren los cuerpos en un vaivén natural, recordado, aprendido y vuelvan a jugar el juego del amor que ya no lo es, sino simplemente inercia, nostalgia, costumbre. A la mañana siguiente nadie hablará de ello; por vergüenza seguramente. Es difícil mantener engañada a la propia mente aunque sea fácil hacerlo con el cuerpo.
Cuando una relación de pareja empieza a hacer aguas lo primero de lo que se prescinde es del sexo. Ya no hay ganas ni intención ni motivo. Se instala entre ambas personas una especie de campo magnético que repele a los cuerpos físicos. Para entender atracción y repulsión hay que entender primeramente que las ondas magnéticas son en realidad ondas electrostáticas. Quizás le llamen amor, pero son fuerzas físicas que actúan o dejan de actuar.
El sexo convertido en costumbre, el sexo como amalgama cotidiana, el sexo como parte ineludible de la comodidad entre la pareja, como un buen sillón de orejeras para leer, como la buena comida, como una sana, higiénica y saludable práctica… también sirve de barrera contra el desamor.
Por eso digo que “mientras haya sexo hay esperanza” de que esas dos personas sigan gustando de la vida una al lado de la otra, hay esperanza de que el hastío no aparezca, hay esperanza de que no se busque en otros lo que tanto hemos amado en el de al lado y ya no vemos con los mismos ojos o ya no queremos sentir con la misma piel –que no ha cambiado, por cierto.
Quizás algunas relaciones sigan manteniéndose unidas por ese lazo feromonal tan poco loado por los poetas; bueno sea si acompaña a ello el gusto por seguir el camino emprendido. ¿Por qué se denosta aquella historia de amor que se ha convertido únicamente en historia de sexo, compañía y costumbre?
Por el contrario… ¿Por qué se ACEPTA que una pareja siga conviviendo SIN SEXO durante años y años únicamente por la compañía y la costumbre?
Bien entendidas y asumidas las limitaciones de la edad y la salud, no encuentro justificación alguna a dormir en la misma cama que una persona a la que se ha amado, con la que se ha gozado de la vida y disfrutado de los dones del cuerpo sin volverse a tocar la piel. Cuando el sexo muere de inanición el amor enferma irremediablemente.
¿O no?
En fin.
LaAlquimista
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