LA ASOCIACIÓN OÑATIARRA, IMPULSADA DESDE CÁRITAS, ECHA A ANDAR CON UN PROYECTO DE HORTICULTURA
REPORTAJE Y FOTOGRAFÍAS DE ANABEL DOMINGUEZ - Sábado, 12 de Julio de 2014 - Actualizado a las 06:08h
Heddu Said, Jesús Mari Aranburu y Adama Bach, en la huerta que está cultivando la asociación ElkarZabal. |
La iniciativa comenzó a fraguarse el año pasado y, hace unos meses se pusieron manos a la obra para dar a luz a su primer retoño: la huerta que gestionan en el barrio de Lezesarri.
“Cáritas atiende las necesidades de las personas que requieren de su ayuda, pero pensamos en buscar otra salida y que sean ellos mismos los que den una solución a su situación, organizados en un grupo”, explica el oñatiarra Jesús Mari Aranburu Pototo, que se ha embarcado con empeño en este proyecto en el que también toma parte el párroco Joxan Larrañaga.
Así echó a rodar ElkarZabal. Con mucha ilusión y no pocos retos al frente. Cuatro son sus pilares principales: “El bienestar social -en este apartado disponen del asesoramiento legal de la abogada Susana Altuna- para cubrir las necesidades básicas, poner en marcha actividades encaminadas a generar empleo, la formación (enriquecimiento personal), y la integración”, detalla Aranburu.
Un grupo de inmigrantes que han hecho de Oñati su lugar de residencia están detrás de esta asociación que tiene sus puertas abiertas y diferentes proyectos en mente. De momento, están viendo florecer la huerta que han acondicionado en el terreno de 1.500 metros que un particular les ha cedido en el barrio rural de Lezesarri, justo detrás del restaurante Urrintxo.
Aseguran que están viviendo una aventura. “No sabíamos nada de horticultura”, señala el saharaui Heddu Said. Pero no se echaron para atrás. Al contrario, con todos los bártulos a cuestas se pusieron a la faena dispuestos a preparar la tierra para su posterior siembra y, en esta tarea, han contado con la ayuda del oñatiarra Elias Elorza, que ha compartido con ellos sus conocimientos en el cultivo de la huerta.
No es de extrañar, por tanto, que se muestren “contentos” con los primeros resultados. “El proyecto empieza a ser una realidad”, apunta Said, mientras informa de que han instalado un depósito con una capacidad de 10.000 litros de agua.
Las lechugas lucen hermosas, frescas y en cantidad abundante. “Hemos plantado 800”, comenta sonriente Said, que dice estar aprendiendo de la experiencia, al igual que el guineano Adama Bach.
Los productos cultivados con mimo y esmero quieren ponerlos a la venta en el mercado y en los restaurantes
El objetivo es vender el variado listado de productos que cultivan con el fin de sacar provecho al trabajo que están llevando a cabo. De hecho, ya han tenido sus primeras tomas de contacto con los clientes. “Hemos estado en el mercado de Oñati y en el de Bergara, así como en algunos restaurantes del municipio”, indica Said.
Más proyectos
Pero la cosa no queda ahí. El huerto se completa en sus proximidades con otros 1.200 metros de terreno, en este caso titularidad de la Iglesia, ubicados a la par de la carretera que conduce a Arantzazu. “En este espacio queremos habilitar un gallinero con un centenar de gallinas”, adelanta Aranburu.
“Estamos esforzándonos para que el proyecto vaya adelante”, expone Bach, que arribó a Oñati en 2011, después de haber trabajado unos años antes en una empresa de Bilbao y en las obras de la autopista AP-1 a su paso por Arrasate, además de residir en Madrid. “Vine a Oñati porque mi cuñado estaba estudiando en la Universidad y me comentó que aquí había muchas fábricas”, recuerda, al tiempo que mira con un gesto de complicidad a su amigo Said.
“No hay trabajo y la huerta es una ilusión para nosotros”, manifiesta este saharaui que llegó a la villa oñatiarra el pasado septiembre después de haber trabajado en Valencia en la hostelería. Voluntario, a su vez, del Banco de Alimentos que tiene al frente a la asociación local Acesma, Said es licenciado en Economía, carrera que cursó en Cuba gracias al acuerdo que existe entre el Sáhara Occidental y el país latinoamericano.
“Oñati -ambos viven con su familia- es un lugar tranquilo; estamos a gusto en este pueblo”, destacan al unísono antes de retomar la conversación que hila este reportaje. “Necesitamos voluntarios para trabajar en la huerta, en las labores de conservación de los alimentos...”, recalca Said.
De modo que las puertas están abiertas a todos y, en especial, a la gente con necesidades que quiera formar parte de este dinámico colectivo. El huerto es el primer eslabón de una cadena de iniciativas sobre las que pretenden apoyar el funcionamiento del grupo. Con el Ayuntamiento y Mondragon Unibertsitatea mantienen buena sintonía de cara a desarrollar actividades conjuntas. Y también les gustaría colaborar con otras asociaciones. ElkarZabal se está moviendo. Sus miembros le ponen ganas.
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