Una mirada a la Semana Santa de antaño
Hubo un tiempo en que al llegar la Semana Santa, ésta monopolizaba la vida oñatiarra, desde el previo de la Cuaresma hasta la jornada de Pascua de Resurrección. Documentos gráficos y libros como el que Fermín Altube escribió sobre la Cofradía de la Vera Cruz o 'Las memorias de aquel Oñati', de Juan Zubia, editadas por José Antonio Azpiazu, muestran una Semana Santa que lo condicionaba todo y era obligado punto de referencia para la conducta de los vecinos.
«En aquellos tiempos, dado que la Iglesia tenía tanta presencia y autoridad, era obligatorio en Cuaresma desfilar por la sacristía de la parroquia para obtener, previo examen de la Doctrina Cristiana, un boleto, popularmente conocido como 'txartel', que concedía el 'pasaporte' o aprobado en la materia. Cuando, en Pascua, se recibía la Comunión, el sacristán se encargabade cambiar la tarjeta, por otra que certificaba el cumplimiento de la sagrada obligación», puede leerse en las memorias.
«Las preguntas eran muy sencillas, aunque algunas llevaban 'intención', lo que provocaba curiosas anécdotas. Así, uno al que le interpelaron cuántos dioses había, respondió con gracia: ¿Es que ha habido novedades en el cielo?»
En Oñati, la solemnidad del comienzo de la Semana Santa se notaba ya en la misa mayor del Domingo de Ramos, acto al que asistía la Corporación en pleno. Con la llegada del Jueves Santo, festivo todo el día solo a partir de los años 50, el primer oficio religioso se celebraba a las 8 de la mañana en el Convento de Bidaurreta con asistencia de autoridades y representantes del Palacio de Lazarraga (fundadores del monasterio). En la parroquia la misa era a las diez con la Bendición de las Palmas presidida según recordaba Juan Zubia «por la Corporación, todo el clero, la guardia civil de gran gala y demás autoridades».
A partir de este momento y hasta el sábado de gloria se suprimía hasta el toque de campanas, usándose únicamente las 'matrakas' por la calle para anunciar los oficios. Tras la misa, las autoridades realizaban un recorrido por las estaciones marcadas en las capillas, iglesias y conventos, que por la tarde repetían los fieles. A las 14 horas tenía lugar en la parroquia la ceremonia del lavatorio, y media hora después en Bidaurreta se celebraba el sermón del Mandato con la asistencia del pueblo en masa, que luego participaba en una procesión que las crónicas de la época califican de «grandiosa».
La comitiva la formaban la Oración del Huerto, el Nazareno azotado, Ecce Homo, Verónica, La Caída, El Crucificado y la Piedad. Tras ellos la Dolorosa, una bandera portada por los miembros del Ayuntamiento, y San Juan. Cerraba la procesión la presidencia formada por el vicario de Bidaurreta, franciscanos y la Corporación. Delante iba siempre la Banda Municipal y detrás un elevado número de mujeres vestidas de luto riguroso.
Las celebraciones del Viernes Santo solían comenzar con un impresionante Vía Crucis a las seis y media de la mañana en el claustro de la parroquia.
Durante la mañana, el público visitaba las iglesias y capillas, mientras desde el Palacio Lazarraga trasladaban a la parroquia las imágenes de la Dolorosa y San Juan, con sus ricos mantos, para el desfile en la procesión de la tarde. En el altar mayor se procedía al montaje de la cruz y a crucificar en ella la imagen del Cristo Yaciente que se venera al pie de la Dolorosa.
A las 14.30 horas, comenzaba la misa, «un acto impresionante por su dramatismo y que jamás se nos olvidará a los que la conocimos», recordaba el difunto Juan Zubla, en su batiburrillo. La procesión del Santo Entierro salía presidida por autoridades cívicas y religiosas con el mismo recorrido que el día de Corpus.
Esa jornada el paro era total y era el único día del año que no circulaban los coches a Brinkola y Bergara. Además todas los bares cerraban por la tarde hasta después de la procesión.
El Domingo de Pascua, a las seis y media de la mañana, se celebraba en Bidaurreta la Procesión del Encuentro de la Madre y el Hijo. Por una de las puertas salía la imagen de la Virgen con la cabeza cubierta con un velo y rodeada de cofrades y por la otra la imagen de Jesús, también acompañado. Tras el encuentro, la Virgen se quedaba sin velo. A la 8, se celebraba un misa presidida por la Corporación que acudía al templo al son del 'alkate-soñua'. Con la misa mayor de la diez y el concierto de la Banda, terminaba la jornada matinal. El cordero en casi todas las mesas y la misa y los bailes festejaban la resurrección. El lunes la fiesta era total.
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