Arantzazu acogió a los más fieles del Día de la patrona de Gipuzkoa
La basílica vivió ayer una jornada de tradición en la que destacó la ausencia de actos protocolarios
Arantzazu vivió ayer sin aglomeraciones la festividad de la patrona de Gipuzkoa. Ya sea por la soleada jornada, porque ya no asisten los primeros espadas de la política vasca, o por las diferencias que muchos fieles mantienen con el obispo Munilla, no hubo la multitud de gente que se preveía.
La devoción sigue viva, de eso no hay la menor duda, y la Basílica estaba llena, pero los asiduos a la fiesta destacaban el descenso de la afluencia de gente los últimos años.
La Basílica se llenó de fieles que no quisieron faltar a la cita con la patrona de Gipuzkoa. ::MARIAN |
El desencuentro que el prelado guipuzcoano y algunos fieles mantienen desde que accedió al obispado, volvió a manifestarse ayer con carteles en su contra en la carretera de Subida a Arantzazu y en el exterior del santuario. Además, cuando el obispo inició la homilía, llovieron algunas octavillas desde el coro sin que ello afectara al devenir de la celebración, es más la mayoría de los feligreses ni se percataron.
Al término del oficio religioso, la homilía y la ausencia de actos protocolarios acaparaban muchas de las conversaciones. Y es que ayer no hubo ningún acto de bienvenida y despedida oficial. «Antes venían el lehendakari, el diputado general, la corporación municipal y acudían en comitiva hasta el Santuario acompañados por los txistularis, ahora no hay nada» se lamentaban dos oñatiarras.
El gobierno municipal, que ostenta Bildu, se reunió con los franciscanos en privado, participó en la tradicional concentración organizada por familiares de presos, y asistió al concierto de la Banda Municipal de Música de Oñati y a la comida oficial, pero no acudió a la Iglesia, algo que sí hicieron los ediles del PNV y el exdiputado general Markel Olano.
Al término del oficio religioso, los autobuses de regreso se llenaban de gente que daba por finalizada su jornada en Arantzazu, mientras algunos decidían perderse por los parajes verdes y rocosos, txikitear , disfrutar de la amplia oferta gastronómica existente, o llevarse un queso, rosquillas o caramelos como souvenir.
La soleada jornada invitaba a cualquier plan, aunque el más antiguo fue el que siguieron cientos de oñatiarras, que revivieron al amanecer la tradición de los romeros, una cita con más de cinco siglos de antigüedad, y realizaron los 9 kilómetros de recorrido hasta la Basílica andando.
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