Durante los años 1245 a 1248, un dominico bávaro que había cursado sus estudios en Padua, el Maestro Alberto de Lavingen, enseñaba en París en el Monte de Santa Genoveva, siendo el más entusiasta de sus seguidores un joven Hermano de su propia Orden, Tomás de Aquino, nacido al pie de Monte Casino.
El espíritu universal de Alberto franqueaba a la juventud estudiantil, llegada de todos los países, un mundo nuevo: el de la física de Aristóteles, ilustrada por sus intérpretes judíos y árabes. El profesor parisino pasaría después a Colonia, a donde le siguió Tomás.
Más tarde se le acumularon los cargos. Siendo Provincial de Teutonia (1254), entró en discusión, junto al franciscano Buenaventura, para la defensa del derecho de las Ordenes Mendicantes a enseñar en las Universidades.
En 1260, fue designado como obispo de Ratisbona, pero al cabo de dos años se desligó de un cargo para el que no se sentía capacitado. Volvió a sus estudios, residiendo sucesivamente en Wurzburgo, Estrasburgo y Colonia. Moriría en esta última ciudad en 1280. Se cree que contaba por entonces setenta y cuatro años.
San Alberto Magno supo «conciliar sabiduría humana y fe divina», tanto en la investigación como en la enseñanza. Por eso sigue siendo un maestro para cuantos quieran aprender «por medio del progreso de las ciencias» a «conocer mejor al Señor y amarle más»
jueves, 15 de noviembre de 2012
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