La abadía de Belfa, en Sajona, en la que Gertrudis fue consagrada por sus padres al Señor a los cinco años (1261) y donde vivió hasta su muerte (hacia el 1302), gozaba de un ambiente en el que se cultivaban las letras y las artes. La joven Gertrudis se deleitó con el estudio de las lenguas y literatura latinas, así como con el canto y la pintura. Mas todo eso apenas si hacía entrever a la futura mística.
Acababa de cumplir veinticinco años cuando, en una visión, el Señor «la tomó, la levantó y la puso junto a sí» Fue una auténtica conversión. Comenzó entonces para la monja una vida plena de humildad, de paciencia ante la enfermedad y de cuidado por los demás.
Gertrudis no renunció nunca a pesar de eso al trabajo intelectual, mas, como ha hecho ver su biógrafo, pasó «de la gramática a la teología» Se dedicó a la meditación de la Escritura y de los textos litúrgicos y frecuentó la lectura de los Padres, en especial la de San Agustín y San Bernardo. Gertrudis ha dejado en sus Revelaciones y en sus Ejercicios Espirituales un testimonio sobre su propia vida de intimidad para con Dios, ligada por entero a la contemplación del Amor hecho carne, cuyo símbolo maravilloso cree ver en el costado abierto de Cristo en Cruz.
En una de sus oraciones dice Gertrudis al Señor: «Deseo amarte no sólo con ternura sino también con sabiduría». Se echa de ver en tales palabras a la hija de Agustín y Bernardo.
viernes, 16 de noviembre de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario