domingo, 1 de junio de 2014

FUENTES DE OÑATI-

Con la llegada del verano las fuentes adquieren especial relevancia. Ya no son como antaño la única forma de disfrutar de agua potable, pero siguen apagando la sed, y algunas embellecen el paisaje urbano con manantiales realmente monumentales. Es el caso de siete joyas del siglo XIX que pronto serán restauradas.
El Ayuntamiento quiere poner en valor estos bebederos construidos entre los años 1880-82 en plena revolución urbanística para solucionar la escasez de agua en el municipio.
Su diseño fue obra de Casto de Zavala, un reputado arquitecto de la Diputación de Bizkaia, y los bocetos que confeccionó para enriquecer distintos puntos del casco urbano aún se guardan en el archivo municipal. Fueron presentados en 1880 y tras recibir el visto bueno del Ayuntamiento los trabajos se ejecutaron en un plazo de dos años.
De tanto verlas les restamos importancia, pero esta fuentes son un ejemplo de la rica esencia dieciochesca oñatiarra y algunas reclamaban un pequeño lifting. Una operación de 'chapa y pintura' que se ampliará también a otros manantiales con menos historia, pero igual de útiles.
En la actualidad, en el casco urbano hay una veintena de fuentes públicas y el objetivo es que todas cumplan sus función en óptimas condiciones. Las tareas de limpieza, lijado y pintado que ejecutará la brigada de obras se podrían completar con alguna intervención de más calado si fuese necesaria.
Se trata de ponerlas guapas y aprovechar la ocasión para recordar que algo que para nosotros es cotidiano y muy cómodo, como por ejemplo, dar un grifo y que aparezca agua, para nuestros antepasados era algo impensable, debido a que, en aquel tiempo, no existía el agua corriente y por tanto, no estaba instalado en las casas.
Las fuentes de la Plaza, San Antón, Txaketua ( antigua plaza de la Verdura), Iturritxo, Santa Marina, Etxaluze ( antes Kalegoiena), Kanpantxo y la desaparecida del cantón de Don Pedruena o Kirrin, se construyeron precisamente para solucionar una escasez y una problemática reflejada en un expediente de 1880.
Terminadas las guerras civiles carlistas y en plena época de la Restauración canovista, el concejo local, que por aquella época presidía el alcalde Juan Carlos de Alzaá, solicitaba el aprovechamiento de Urzulo ( las madres viejas) para traer el agua a Oñati, una actuación que supuso una auténtica revolución en la red fluvial de antaño, y el nacimiento también de ocho pequeños monumentos (actualmente se conservan siete), que forman parte ya del paisaje urbano del municipio y tienen tras de sí su pequeña historia.
Construidas en París
Todas constan de dos partes: un basamento o pila de cantería de arenisca y un cuerpo mixto superior de cantería y hierro colado, construido por la casa Durenne de Sommevoire en París. Las formas y temática son diferentes en cada caso. Desde la aguadora de corte clásico con túnica de la antigua plazuela de la verdura, hoy más conocida como la del Txaketua, hasta la columna central terminada en cruz latina con tres virtudes adosadas a ella de Santa Marina, o la austera columna rematada en círculo de Etxaluze que ahora lleva el escudo de Oñati, sin olvidar el medallón de la Virgen de Arantzazu de Iturritxo, el frontón de cantería de arenisca coronado con el escudo de Oñati de Kanpantxo, o los faunos sujetando un pez de la plazuela de San Antón.
Junto a estas fuentes se llevaron a efecto otras obras urbanísticas: nueva traída de aguas y el empedrado de algunas calles. Y es que los trabajos proyectados tenían, además de un empeño urbanístico y estético, su parte de obra pública, puesto que no existía en esta época la distribución casera del agua.
El conjunto de la obra buscaba potenciar las plazuelas y lugares recónditos, revalorizando y urbanizando lugares que estaban semi-abandonados: Santa Marina, Txaketua, San Antón y Etxaluze. En otros casos, se trataba de delimitar un nuevo espacio urbanístico: la plaza principal. Pero también se da otra ubicación muy peculiar: los cantones, como el de Kirrin o el de Kanpantxo, para servicio del vecindario.
Aquella obra fue la consecuencia de una mentalidad y de una forma de vivir, que acertó a mejorar el conjunto artístico de Oñati y que hoy sigue enriqueciendo el paisaje urbano y apagando la sed de la nuevas generaciones. Una apuesta que el ayuntamiento quiere revalorizar.

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