31/12/2014.
Santi, Lourdes, Agurtzane y Jagoba se despidieron ayer agradecidos y emocionados de la clientela
- OÑATI
El Bar Urbia, baja la persiana al mismo tiempo que lo hace el año 2014. Santi Mujika, Lourdes Mendizabal, y sus hijos Agurtzane y Jagoba, vivieron ayer una jornada de emociones, recuerdos, y agradecimientos que se han sucedido desde que anunciaron el cierre de la única taberna del barrio de Errekalde.
Un establecimiento que nació con el polígono residencial hace 43 años, y pese a que aún mantenía una amplia clientela, se despide «porque todas las etapas tienen principio y fin, y tras muchos años de dedicación y esfuerzo, ya es hora de que los aitas disfruten de la vida. Han trabajado mucho, toda la familia hemos vivido entorno al bar, y por eso te da un poco de pena, pero nos vamos con un excelente sabor de boca. Durante los últimos meses y sobre todo, los últimos días, hemos sentido el cariño de la gente. Ha sido muy reconfortante, porque el bar es sacrificado, te obliga a renunciar a muchas cosas, y el nuestro siempre ha sido un negocio familiar en el que todos arrimábamos el hombro», explica Agurtzane.
El Urbia debe su nombre al pasado pastoril de sus abuelos paternos, los idiazabaldarras Maritxu y Eugenio. Se dedicaban a la trashumancia, y siempre pasaban la primavera y el verano con el rebaño en una chabola en Urbia, donde empezaron a dar comidas. 'Casa Maritxu' se hizo muy popular, era muy frecuentada por oñatiarras, y precisamente un constructor local fue quien animó a la familia de pastores a cambiar la montaña por Oñati y abrir el bar. De eso hace ya más de cuatro décadas, 43 años para ser más concretos.
Para Santi que entonces contaba con 17 años fue un gran cambio, porque el bar es sacrificado pero el desplazamiento de los ganados entre los prados de las zonas de montaña y los pastizales de la tierra llana, no lo es menos. Recuerda muy bien el trajín de menús que tenían con los obreros que construyeron Errekalde ,y el éxito de los guisos caseros y de temporada de su madre. Al casarse, hace 35 años, su mujer, la zaldibiarra Lourdes Mendizabal, empezó a echar una mano en la cocina a su suegra, y luego personalizó el relevo, mientras Santi compaginaba el trabajo en Ulma con el bar. Poco a poco, el ajetreo pasó a los fines de semana. El txikiteo también fue bajando, y ganó peso el punto de encuentro gastronómico y el café vespertino de las vecinas del barrio y los padres y madres de los alumnos de Errekalde Herri Eskola.
El año pasado aquel joven pastor que con solo siete años ya mataba los pollos que preparaba su madre en Urbia, se jubiló de la fábrica, y a partir de hoy lo estará del bar. Comienza otra etapa, una más. «Tienen 59 años, una buena edad para disfrutar, viajar, o simplemente estar tranquilos, sin estar metidos todo el día en el bar», explica la benjamina de la familia.
Ella y su hermano tienen su vida profesional encauzada hacia otras actividades, así que echar la persiana y pasar página ha sido «un proceso natural», que han afrontado como el fin de un ciclo y el despegue de otro. «Igual que los abuelos cuando decidieron dejar la montaña, venirse a vivir a Oñati y montar el bar».
Estos días muchos recuerdos se han plasmado en las paredes del Urbia. No en vano los bares han sido durante décadas, la prolongación del salón de las casas, lugar de disfrute y encuentro en el que discutir, ver la televisión, jugar a las cartas o simplemente hablar.
El 'txiquiteo' ya no es lo que era, pero los fieles, muchos de ellos del barrio, lamentaban el lunes por la noche, su penúltima cita en el Urbia y brindaban por la familia que ha sido testigo de sus batallitas, de sus alegrías y pesares. Y es que dentro del bar y desde él, muchos vecinos, han escrito un pedacito de la intrahistoria de la villa.
El Urbia siempre fue una parada especial donde repostar; un espacio apacible donde charlar y disfrutar de la buena mesa. «Nunca hemos hecho grandes platos, pero siempre hemos utilizado productos de aquí», relata Lourdes. Y esa sencillez, esa cocina casera ha sido, sin duda, una de las claves de su éxito como punto gastronómico. Su tarta de queso y sus fritos han sido dos de sus señas de identidad, pero desde las ensaladas, a los productos de caza, el cordero o unos excelentes huevos fritos, han conquistado paladares.
«Hay una cuadrilla que ha celebrado durante 26 años, su cena anual aquí, y quienes siempre venían en jueves gordo, y este año han decidido adelantarlo a noviembre, para cumplir con la tradición antes del cierre. Hay muchas anécdotas. Estamos muy agradecidos de haber podido compartir con la gente y con distintos colectivos socioculturales sus celebraciones y encuentros. Cenas de cuadrilla, familiares, de empresa, cafés, txikitos... Ha sido una despedida muy bonita. No pensábamos que nos quisieran tanto», explicaban emocionados. Pero aunque suene a tópico, la vida continúa y todos deseaban ayer a Santi y Lourdes que disfruten de la nueva vida que les espera, «porque se lo merecen». El 2014 se despide con un adiós muy especial. Urte berri on¡
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