Viaje a las entrañas de Gipuzkoa
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Las cuevas de Oñati-Arrikrutz son las más extensas de Gipuzkoa.
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La extensión y los restos de animales prehistóricos son lo que hacen de Arrikrutz un lugar único
¿Quién no ha jugado a ser explorador en algún momento de su infancia?
Animales cavernarios, estalactitas, estalagmitas, murciélagos... un
mundo que jamás se conocería si no fuera por los arqueólogos y
espeleólogos que, día tras día, investigan con la intención de entender
cómo vivían nuestros antepasados. Las cuevas de Oñati-Arrikrutz, a 400
metros sobre el nivel del mar, son un buen ejemplo para adentrarse en
este mundo y conocer las entrañas de Gipuzkoa.
Es un viernes cualquiera, en el que la lluvia ha vuelto a ganar la batalla al sol. Andrew y Rachel se acercan a la oficina de Arriktrutz para visitar la Galería 53, una de las partes accesibles de la cavidad más extensa de Gipuzkoa. «Nos gustan mucho este tipo de excavaciones y como el tiempo no acompaña para ir a la playa hemos decidido visitar las cuevas», comenta la pareja inglesa.
Los hermanos Joseba, Patxi y Aitor también se acercan a la caverna con sus respectivas esposas e hijos. «Hace un tiempo vinimos pero no pudimos entrar, ya que no reservamos con antelación. Visitar estas cuevas era algo que teníamos pendiente y coincidiendo con el cumpleaños de uno de los niños nos hemos animado a venir», cuenta Silvia, mujer de Joseba.
La extensión y los restos de animales prehistóricos son lo que hacen de Arrikrutz un lugar único. La cueva está formada por el desgaste que provocan en la roca caliza los ácidos del agua que corre por los ríos Arantzazu y Aldeola. Este último es el creador de la Galería 53, tramo de 500 metros, todos ellos por pasarela, que se recorre en los sesenta minutos que dura la visita ordinaria a Oñati-Arrikrutz.
Nos adentramos en la galería cuyo nombre homenajea al espeleólogo Marcel Loubens, que fue encontrado muerto en una cima de Navarra en 1953. Los primeros 100 metros pertenecen a un túnel artificial, pero enseguida deslumbran las estalactitas que cuelgan de la pared. «¡Parecen caramelos!», exclama el pequeño Ibai, que no para de interactuar con Miren, la guía.
¿Estalactitas o macarrones?
Resulta asombroso contemplar el proceso de creación de una estalactita, que en ocasiones toma el nombre de «macarrón porque la gota atraviesa su interior hasta llegar al extremo de esta», cuenta Miren.
El recorrido transcurre entre las explicaciones de la guía y una grabación de un abuelo contándole historias de su juventud a su nieta pequeña. Parece que esta reproducción consigue engatusar a los más pequeños del grupo, que callan en cuanto escuchan hablar al 'aitona'. «Es una idea muy buena esta del cuento», dice Silvia. «La excursión es muy didáctica», añade Patxi.
Aunque las historias del anciano consigan mantener a los niños atentos, lo que más les impresiona son los restos del león cavernario. Fue en 1966 cuando dos amigos, entre juegos y risas, descubrieron el esqueleto completo de un león cavernario que se estima vivió hace 35.000 años. Esta es la única osamenta completa de este animal en toda la península. Los huesos originales se encuentran en San Sebastián. De todas formas, la réplica que está en la cueva se halla en la misma pose en la que hace 48 años se descubrieron los restos.
Además de los antepasados del rey de la selva, en Arrikrutz también vivieron hienas, osos, rinocerontes e incluso ciervos cavernarios. «Lo que más me ha gustado ha sido el esqueleto», dice el pequeño Adur. «Para mí los animales también han sido lo mejor de la visita», comenta la joven Alaitz, «y lo peor la temperatura, tengo mucho frío en las orejas», añade mientras se las cubre.
Todos los visitantes van abrigados: pantalones largos, sudadera, deportivas, abrigo... Independientemente del tiempo que haga en el exterior, la temperatura en el interior es constante. «Dentro siempre estamos a 10 grados. En verano la gente pasa frío, pero en invierno suelen agradecer la temperatura y a veces incluso piensan que hemos puesto la calefacción», comenta entre risas Borja Abarrategi, guía de Arrikrutz.
Es un viernes cualquiera, en el que la lluvia ha vuelto a ganar la batalla al sol. Andrew y Rachel se acercan a la oficina de Arriktrutz para visitar la Galería 53, una de las partes accesibles de la cavidad más extensa de Gipuzkoa. «Nos gustan mucho este tipo de excavaciones y como el tiempo no acompaña para ir a la playa hemos decidido visitar las cuevas», comenta la pareja inglesa.
Los hermanos Joseba, Patxi y Aitor también se acercan a la caverna con sus respectivas esposas e hijos. «Hace un tiempo vinimos pero no pudimos entrar, ya que no reservamos con antelación. Visitar estas cuevas era algo que teníamos pendiente y coincidiendo con el cumpleaños de uno de los niños nos hemos animado a venir», cuenta Silvia, mujer de Joseba.
La extensión y los restos de animales prehistóricos son lo que hacen de Arrikrutz un lugar único. La cueva está formada por el desgaste que provocan en la roca caliza los ácidos del agua que corre por los ríos Arantzazu y Aldeola. Este último es el creador de la Galería 53, tramo de 500 metros, todos ellos por pasarela, que se recorre en los sesenta minutos que dura la visita ordinaria a Oñati-Arrikrutz.
Nos adentramos en la galería cuyo nombre homenajea al espeleólogo Marcel Loubens, que fue encontrado muerto en una cima de Navarra en 1953. Los primeros 100 metros pertenecen a un túnel artificial, pero enseguida deslumbran las estalactitas que cuelgan de la pared. «¡Parecen caramelos!», exclama el pequeño Ibai, que no para de interactuar con Miren, la guía.
¿Estalactitas o macarrones?
Resulta asombroso contemplar el proceso de creación de una estalactita, que en ocasiones toma el nombre de «macarrón porque la gota atraviesa su interior hasta llegar al extremo de esta», cuenta Miren.
El recorrido transcurre entre las explicaciones de la guía y una grabación de un abuelo contándole historias de su juventud a su nieta pequeña. Parece que esta reproducción consigue engatusar a los más pequeños del grupo, que callan en cuanto escuchan hablar al 'aitona'. «Es una idea muy buena esta del cuento», dice Silvia. «La excursión es muy didáctica», añade Patxi.
Aunque las historias del anciano consigan mantener a los niños atentos, lo que más les impresiona son los restos del león cavernario. Fue en 1966 cuando dos amigos, entre juegos y risas, descubrieron el esqueleto completo de un león cavernario que se estima vivió hace 35.000 años. Esta es la única osamenta completa de este animal en toda la península. Los huesos originales se encuentran en San Sebastián. De todas formas, la réplica que está en la cueva se halla en la misma pose en la que hace 48 años se descubrieron los restos.
Además de los antepasados del rey de la selva, en Arrikrutz también vivieron hienas, osos, rinocerontes e incluso ciervos cavernarios. «Lo que más me ha gustado ha sido el esqueleto», dice el pequeño Adur. «Para mí los animales también han sido lo mejor de la visita», comenta la joven Alaitz, «y lo peor la temperatura, tengo mucho frío en las orejas», añade mientras se las cubre.
Todos los visitantes van abrigados: pantalones largos, sudadera, deportivas, abrigo... Independientemente del tiempo que haga en el exterior, la temperatura en el interior es constante. «Dentro siempre estamos a 10 grados. En verano la gente pasa frío, pero en invierno suelen agradecer la temperatura y a veces incluso piensan que hemos puesto la calefacción», comenta entre risas Borja Abarrategi, guía de Arrikrutz.
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