Un gran maratón de ritmos y sonidos protagoniza la fiesta de las escuelas de música de euskal herria
oñati, anabel dominguez - Domingo, 28 de Abril de 2013 - Actualizado a las 05:23h
Una colorista kalejira de trikitilaris ambienta el Musikaldia, que congregó ayer en Oñati a más de 3.000 intérpretes. (A.D)
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OÑATI desprendió ayer música por sus cuatro costados. Un conglomerado de ritmos y sonidos envolvió las calles y rincones de la villa. La fiesta de las escuelas de música de Euskal Herria congregó a más de 3.000 intérpretes que plantaron cara al mal tiempo para exhibir su arte ante numeroso público.
La anfitriona, la musika eskola José de Azpiazu, inauguró por todo lo alto los actos de sus 25º aniversario; una efemérides que celebrará el próximo curso. "Hace dos años que empezamos a darle vueltas al Musikaldia y por fin ha llegado el día. Hoy es una jornada para sentir, vivir y gozar de la música", manifestó el director de José de Azpiazu, Aitor Madina, en el acto de apertura del Musikaldia que condujo el actor y presentador, Iban Garate.
El aurresku y la puesta en escena de la canción compuesta por los oñatiarras Egoitz Aizpuru y Lander Díaz de Guereñu levantaron el telón del evento festivo que cada dos años promueve la asociación de escuelas de música de Euskal Herria (EHME), cuyo presidente, Izusko Izagirre, entregó la distinción anual de socio de honor a la consejera de Educación y Cultura, Cristina Uriarte.
Medio centenar de centros de Gipuzkoa, Bizkaia y Araba (miembros de EHME) se dieron cita en la fiesta, a la que se sumaron las escuelas de Sangüesa (Navarra) y Toledo. Y como la música no entiende de edades, niños, jóvenes y adultos compartieron protagonismo. Entre los veteranos estaban las integrantes del coro de la asociación femenina Erroxape de Bermeo, que acompañaron a la escuela de este municipio vizcaíno, enfundadas en una blusa azul y pañuelo arrantzale al cuello.
Seis escenarios cubiertos y al aire libre, además de kalejiras, vibraron al son de las trikitixas, txistus, tambores, trombones o guitarras, sin olvidar las dantzas y los grupos vocales. La lluvia y los claros se alternaron en una jornada redonda. Oñati se convirtió en un auténtico maratón musical; en un escaparate del enorme potencial que mueve a las escuelas de música.
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